Desde la puerta de la Iglesia se ve otra puerta de la ciudad, el arco de Mazarelos, por donde entraban los víveres que, de la comarca del Ulla, se vendían en el mercado de la ciudad. Enfrente de dicha puerta el convento femenino de la Merced nos recuerda la Orden de la Merced «de redención de cautivos» y la obra de misericordia: «visitar a los presos», y mucho más que eso: ofrecerse en su lugar, como hicieron los mercedarios. Fuera de la ciudad (antes era ayuntamiento independiente, hoy un barrio) se levanta el monasterio masculino, la Merced de Conxo.
Los jesuitas siempre estuvieron muy presentes en dos ámbitos: enseñanza y misiones. En la «frontera» de la fe, entre aquellos que no conocen el Evangelio, o que ansían la verdad crítica.