A propósito del padre Tomás Morales

Hacer, hacer… ¿ó? Hacer-hacer

Dar órdenes es mucho más fácil que suscitar la colaboración, hacer como diez desgasta menos que hacer que otro haga, … y así, una retahíla de situaciones en las que educadores y autoridades (familiares, escolares y sociales) se manifiestan disponibles a “darlo todo” antes que desaparecer, animando a que otros asuman responsabilidades o a delegar trabajos.  Claro está, que por falta de generosidad no es.

Consecuencia de esta situación: un “potencial inexplotado”, como refiere Tomás Morales[1] en la primera parte de su libro Hora de los laicos, escrito en los años 80 fruto de una larga experiencia en la formación con jóvenes.  A la luz de la situación actual y, en medio de estos jóvenes en ambientes estudiantiles, eclesiales o grupales, podemos afirmar que sus escritos mantienen una fresca actualidad en lo esencial.

Este jesuita de sotana larga, figura enjuta y sonrisa fácil, hoy Venerable, supo integrar en un principio pedagógico denominado hacer-hacer lo que tantas veces experimentó en el trato con jóvenes a quienes dirigía o formaba para que se integraran activamente en la sociedad.  Se trata de una táctica, que consiste en dejar actuar al joven orientando su acción para que lo haga de forma ordenada, fecunda y en bien de los demás; para esto es imprescindible conocer sus posibilidades humanas y la acción de Dios en su vida.  Lógicamente, si esto lo aplicamos a la niñez o la edad madura, el grado de delegación o las responsabilidades a las que se refiere, tienen que resultar acordes a su realidad.  La experiencia demuestra que, de este modo, las personas a quienes se implica o se delega una tarea –aunque sea sencilla- o una responsabilidad, se sienten parte de esa actividad, empresa, comunidad o familia, y aportan lo mejor de sí.  Las energías más latentes tienen la oportunidad de aflorar y, en la mayoría de los casos, se despierta un potencial desconocido.  Lo que hoy en día da en llamarse sinergia, ya que el resultado no podría ser el mismo en el caso de que solo lo asumiera el educador o la autoridad competente.

Las Business School y empresas preocupadas por la mejor gestión ponen nombre a este tipo de dirección o figura que es capaz de liderar grupos para producir un cambio; a mi entender, de haber sido el P. Morales un empresario actual, lo hubieran incluido entre los líderes trasnformacionales.  Pero su empresa era otra.  Un día el Señor le llamó –a sus 23 años cuando estaba preparando el doctorado en Derecho en Bolonia- a dejarlo todo y seguirle, y él respondió; no sin tener que violentar el corazón por dejar a su familia a quien tanto quería.  Y asumió otra “gran empresa” sin él saberlo; se convertiría desde su sacerdocio en forjador de hombres, en impulsor de laicos.

Para quienes le hemos conocido y, más aún, nos hemos beneficiado de su impulso, es fácil reconocer los riesgos de confiar en una juventud inexperta a la hora de impulsarla al bien común, y lanzar esos jóvenes a la acción.  Tengo para mí, que la fuerza reside en la confianza; esta es la clave.  El P. Morales confiaba en los jóvenes y en sus posibilidades.  Y para esto hay que tener fe (que es lo mismo que confianza) porque las primeras impresiones pueden engañarnos.  Y mucha paciencia, eso sí, paciencia que no falte.  Porque no se trata de desentenderse y no querer saber más; eso no funciona.  Más bien, consiste en buscar un lugar discreto para situarse y, desde allí, seguir la pista al joven o a la persona en quién se ha delegado, animarla cuando sea necesario, conociendo a cada uno cada vez con más profundidad, orientando e, incluso, corrigiendo si fuera necesario.

La experiencia le enseñó a este forjador de caracteres lo que después pudo poner por escrito: si con tacto y paciencia se gana al joven para la acción, éste adquiere responsabilidad, se potencian sus cualidades y ellos mismos influirán en otros jóvenes multiplicando la acción.  Se anticipaba de este modo a las palabras del Papa Francisco cuando invita a los jóvenes a convertirse en evangelizadores de otros jóvenes.  Y nosotros nos sentimos invitados a preguntarnos hoy ¿no es actual esta enseñanza?

 Cruzadas de Santa María (Aldán_Pontevedra)

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[1] El P. Tomás Morales, S.J. nación en Macuto (Venezuela) el 30 de octubre de 1908 y pasó a la casa del Padre el 1 de octubre de 1994 en Madrid.  Algunos de sus escritos son Forja de Hombres (actualmente traducido al francés, inglés, alemán, italiano y polaco) y Hora de los Laicos.