Aprendiendo para cura en tiempos de pandemia

  • Carlos Camiño ejerce de diácono en Cambados y en julio se ordenará sacerdote; en estos momentos completa su formación «online»

En el Seminario Mayor de Santiago, como en la Universidad, también han cerrado las aulas por culpa de la pandemia así que toca estudiar por vía telemática. La escasez de vocaciones hace que sean quince los seminaristas que están recibiendo su formación vía online; ya lo hicieron durante el confinamiento del año pasado y vuelven ahora, con motivo de las nuevas restricciones. Carlos Camiño es uno de los tres diáconos que apuran sus lecciones para poder ordenarse el próximo julio y muy mal tendrían que ir las cosas para no poder cumplir el calendario; aunque con la mascarilla puesta, como ocurrió el año pasado, la Archidiócesis de Santiago no renuncia a una nueva promoción de diáconos y sacerdotes. Carlos no olvidará aquel día en la iglesia de San Martín Pinario, aunque todavía le falta el último paso para ver cumplido su sueño de ser sacerdote.

De niño ya apuntaba maneras. Empezó colocando un altar en casa como si de un juego se tratara y hoy le ayuda a don José a poner en orden en el de San Benito o en el de parroquial de Santa Mariña Dozo, en Cambados. Natural de Cambeda (Vimianzo), Carlos fue enviado en septiembre a la villa del albariño para asistir al párroco José Aldao en las labores cotidianas de la parroquia. Tendrá que esperar para decir misa, pero ya ha tenido ocasión de participar en bautizos y entierros. «Fáltame unha voda», comenta. A partir de julio posiblemente cambie de destino pues hay muchas parroquias necesitadas de un sacerdote, pero, entre tanto, en Cambados está encantado, por la gente, el pueblo y por todo lo que está aprendiendo, dice. Y es que no todo es leer los evangelios y dar la comunión. En una parroquia hay que pagar los recibos de la luz y atender a los feligreses en sus necesidades cotidianas. «Ves de todo».

Carlos tiene 37 años y llegará al sacerdocio después de siete de estudios, cinco como seminarista y dos completando el Bienio de Licenciatura en Teología Fundamental. El hoy alumno estuvo antes del otro lado del pupitre, como profesor de Lengua en un instituto, pero aquello no acababa de colmarlo y un día decidió dejarlo todo para ir al seminario. Ya era sacristán y conocida su vocación religiosa, aunque a más de uno la noticia lo cogió por sorpresa. «Sabendo como son eu todo o mundo estivo feliz, máis tendo en conta que na miña parroquia non se ordena ninguén desde 1951. Una nova destas rexuvenece a calquera».

Es inevitable preguntarle por la falta de vocaciones y su opinión sobre cuestiones como el celibato. Desde luego, para él no es un problema ni cree que lo sea para el resto de los religiosos. «Os sacerdotes temos que seguir a Deus e dedicarnos aos fieis», apunta. En esas está. Ayer, como todos los fines de semana desde septiembre, llegó a Cambados cargado de ilusión para ayudar en la labor pastoral y aprender de un veterano como es Aldao, mirando al mar de la ría de Arousa desde una rectoral envidiable. Antes de las Navidades pasaba más tiempo en la villa del albariño, a veces desde el miércoles, pero la nueva rutina que marca la pandemia se lo impide. De lunes a viernes está volcado en los fundamentos de la teología entre libros y el campus virtual. El sábado y el domingo es el momento de poner en práctica la teoría.

¿Qué es lo más importante para un sacerdote? «Levar alegría ás persoas». Él predica con el ejemplo.

 

Fuente: La Voz de Galicia