Desde la Escritura: elección de los diáconos

En la primitiva Iglesia de Jerusalén iban aumentando los cristianos, algunos de ellos llegados de otros lugares. Aunque no sea lo ideal, es lógico que se tenga más trato con los que residían allí desde hacía tiempo. Como consecuencia, parece que las viudas de los helenistas no estaban tan atendidas como las de los hebreos, siendo como era la viuda el prototipo de persona necesitada. Por ello, al haberlo delatado alguno de los forasteros, Pedro, considerando que los apóstoles tenían otros quehaceres, y que había mucha más gente que podía echar una mano, les sugirió que escogiesen a siete de ellos, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, para que atendiesen más de cerca a sus viudas.

Eligieron entonces a Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, helenistas ellos, a quienes los Apóstoles les impusieron las manos, haciéndolos así Diáconos (expresión que significa “Servidores”). Esteban llegará a ser el primer mártir de la Iglesia. Morirá después de decir que ha visto a Cristo sentado a la derecha del Padre, y pidiéndole a Jesús, mientras lo apedreaban, que no les tuviera en cuenta ese pecado. Más todavía, le pide a Jesús que reciba su Espíritu. Testigo de excepción de la muerte de aquel Diácono fue el joven Saulo, a quien conocemos por Pablo el de Tarso.

José Fernández Lago