El jesuita lituano, Sigitas Tamkevičius sufrió las deportaciones soviéticas. Encabezó una publicación clandestina, a la que quiso llamar “Vivos voco” (luego optaron por “La Crónica”, título más universal), aludiendo a la inscripción que llevaban las campanas: “vivos voco, mortuos plango” (llamo a los vivos, lloro por los muertos). Pretendían llegar a los que aún permanecían espiritualmente vivos en Lituania.
Aunque se trate del año o el otoño más caluroso en décadas, el frío llegará inexorablemente. Y con él los fantasmas de la melancolía: las atrocidades de la peor cara de la humanidad, ya han estado aquí. Pero, en el horizonte, se abre paso nuestra gran esperanza: el nacimiento de Jesús. A eso nos llama esta “campana” del Adviento.
No había forma de eliminar a un compañero de clase al brilé. Aunque “brilasen” a todo el equipo, con sus regates y reflejos felinos, él se encogía y esquivaba todo lanzamiento de sus contrarios. Se ponía en guardia como los de “levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. Nadie quiere ser un esclavo, o un derrotado.
Mientras preparamos la venida del Señor, con ilusión, como si de un nuevo comienzo se tratase, se anuncia la llegada de la “rectitud” y la justicia. El Mesías la traerá. Los paisanos valoran a las personas de una pieza, que no se tuercen: “Fulano é moi recto”. Aunque, para “campanazo”, la rectitud de Dios: fidelidad misericordiosa.
Manuel Blanco
Delegado de Medios
de Comunicación Social