El otro claustro: San Pelayo. Introducción

Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído de tu corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica. […]

Y así llegarás finalmente, con la protección de Dios, a las cumbres más altas de doctrina y virtudes que acabamos de recordar. Amén.

(REGLA de san BENITO prólogo, 1. Capítulo 73, 9)

¡Hola a todos!

Toda nuestra vida se mueve entre la invitación. “¡escucha!” y la promesa “¡llegarás!” Y es que -como nos dijo nuestro Abad Primado- “Creemos, sí, creemos verdaderamente en la vida monástica como un hermoso y auténtico camino hacia la vida eterna”.

Durante un mes os acompañaremos en este común estar en casa. Las circunstancias se imponen, también para nosotras.

Os compartiremos cada día un breve fragmento de nuestra “Norma de vida”: la Regla de san Benito, un texto del s. VI que, por su gran equilibrio y discreción, sigue siendo nuestra maestra y guía. La de miles de monjes y monjas Benedictinos y Cistercienses de la Común y Estricta Observancia, e inspiradora de Congregaciones religiosas de vida activa y de Movimientos, e incluso de empresarios por sus consejos prácticos y su enorme conocimiento del corazón humano.

El texto de la Regla de san Benito (RB) lo mantendremos en masculino, tal como fue escrita, porque nos sentimos incluidas (es el femenino el que excluye en castellano). Y porque seguimos exactamente la misma Regla los monjes y monjas benedictinos ya que las monjas no somos una segunda orden. Estamos en igualdad.

A continuación, como así nos han sugerido, cada día os explicaremos un momento de nuestra jornada de modo que al final del mes conozcáis un poquito más nuestra vida.

Y, como no todo quedará claro (¿a propósito?) os invitamos a dialogar con nosotras por medio de los comentarios.

PAX