Escuchar la voz del Señor

La 1ª lectura de la Misa de hoy, presenta el relato de la vocación de Isaías. El Señor le hace tener una visión. Contempla al Padre eterno sentado en un trono, rodeado de serafines. Estos le proclamaban como el tres veces Santo. Isaías se consideraba indigno de estar allí, y más todavía de su vocación de profeta. Pero el Señor le envió un serafín, que purificó sus labios. Desde aquel momento, Isaías se ofreció al Señor, para que le enviara a donde Él quisiera.

Como los saduceos y otros judíos no creían en la resurrección, San Pablo transmite a los Corintios lo que había recibido de la tradición cristiana, y argumenta que, como Cristo resucitó, no hay duda de que hay resurrección de muertos. Jesús ha resucitado, en cumplimiento de las Sagradas Escrituras. Se ha aparecido a Simón Pedro, a los Doce; después, a más de quinientos hermanos, de los cuales la mayor parte afirma que vivían entonces; más tarde se apareció a Santiago y a todos los apóstoles. Finalmente, se le apareció también a él.

El Evangelio de hoy es el relato de la pesca milagrosa, que ofrece San Lucas. Jesús les dice a sus discípulos que echen las redes, y Pedro manifiesta que han estado bregando infructuosamente toda la noche. A pesar de todo, echa la red en su nombre. El resultado fue admirable: ni las redes ni los barcos podían con la cantidad de peces que habían conseguido. Entonces Pedro se echó a los pies del Maestro, reconociendo su indignidad, su condición pecadora.  Jesús les dice que, en adelante, serán pescadores de hombres. Ellos abandonan todo y siguen a Jesús.

José Fernández Lago