La alegría de la fe

El profeta Isaías muestra a un personaje misterioso. Lo considera siervo del Señor, y es portador del Espíritu divino. Movido por Él, acoge y sostiene a los más débiles. Implanta el derecho en la tierra y ofrece sus leyes a quienes pertenecían a los pueblos paganos. El Señor está cerca de él, y le acompaña siempre. Le constituye en mediador de alianza para el pueblo creyente y dador de luz para los pueblos paganos, de modo que consiga la libertad para los que eran cautivos de las tinieblas.

El libro de los Hechos de los Apóstoles, recoge una catequesis de San Pedro en casa del pagano Cornelio. Afirma que Dios no hace acepción de personas, sino que acoge y bendice a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Añade que Jesús de Nazaret pasó por la vida lleno del Espíritu Santo, transmitiendo a todos el bien que el Señor les quería dar y liberando a los esclavizados por el diablo, porque Dios estaba con él.

Juan el Bautista responde a la pregunta que le hacían sobre si él sería el Mesías, el Cristo esperado. Afirma claramente que el Mesías vendrá detrás de él; y que, mientras que él solo bautiza en agua, viene esa otra persona que bautizará con Espíritu Santo, y acercando a los hombres el Reino de Dios. Entonces llega Jesús de Nazaret y se hace bautizar por Juan. El Espíritu del Señor baja y se posa sobre él. Se oye la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.

José Fernández Lago