La confianza del pobre en Dios

La 1ª lectura de la Misa de hoy, recogida del libro 1º de los Reyes, muestra al profeta Elías en Sarepta, un pueblo pagano cercano a Sidón. Pide ayuda a una pobre viuda, para que le dé agua y un poco de pan. La viuda responde que no tiene pan y que solo le queda un poco de harina para hacer una torta, de modo que coman su hijo y ella. Elías le indica que le traiga antes un pan para él, pues quiere que ella confíe en él por su condición de profeta, y así le anuncie la buena noticia del fin de la sequía: el Señor Dios enviará pronto la lluvia a la tierra. La viuda se fía del profeta, y comen, sin que se agote la harina de la orza ni el aceite de la alcuza.

La Carta a los Hebreos muestra a Cristo ejerciendo su sacerdocio en un altar que no era copia del auténtico, sino en el verdadero altar, el del cielo. Él se ofreció de una vez para siempre, en el momento culminante de la historia, para quitar los pecados de todos los hombres; y vive en la gloria, desde donde intercede siempre por nosotros. Aparecerá otra vez, entonces en condición gloriosa, para salvar de modo definitivo a cuantos tienen puesta la esperanza en él.

El Evangelio de Marcos alude en esta ocasión a unos letrados y a una pobre viuda. Los letrados gustan de presumir de ropajes y de requerir la consideración de la gente para con ellos. Añade Jesús que devoran los bienes de los más pobres, como son las viudas, alegando que rezan por ellas. Al ver cómo una viuda echaba unas monedas en el cepillo del templo, Jesús manifiesta que ha echado más que todos los otros, pues estos daban de lo que les sobraba, mientras que la viuda se desprendía de lo que necesitaba para comer.

José Fernández Lago