La Vía Francígena: desde Canterbury a Roma por Tim Redmond

Hace muchos años, Josef Ratzinger escribió: Es el hermoso deber del Adviento despertar en todos nosotros recuerdos de bien, y así abrir las puertas de la esperanza. En este extraño y difícil año, las puertas de esperanza son muy necesarias. No he podido hacer ninguna caminata larga este año, pero los profundos recuerdos de peregrinajes son importantes y siguen teniendo cosas que revelarme.

Tras andar varias rutas hacia Santiago de Compostela, cambié de dirección en 2018 y salí en la mañana del domingo de Pascua hacia la Catedral de Canterbury, el santuario de Santo Tomás Becket, para caminar hasta Roma. El camino es conocido como la Vía Francígena y está basado en la ruta de un antiguo Arzobispo de Canterbury, Sigerico el Serio, que caminó hasta roma en el año 990 y escribió una descripción narrativa de su viaje de vuelta.

El peregrino moderno disfruta de muchas ayudas que hacen el viaje más sencillo que el de Sigerico. Llevé varias guías y mapas, y la navegación por satélite de mi teléfono. Llevaba equipamiento de alpinismo ligero de alta tecnología, bastones de fibra de carbono y un maravilloso saco de dormir que no ocupaba más que mi zapato cuando estaba recogido.  Y a veces me sentí un poco culpable pensando en cómo mis incontables antecesores tuvieron que hacer viajes muy largos con mucha menos ayuda. Y el mundo sigue lleno de viajeros no-recreacionales que sufren diariamente.

Extrañamente, sentí que era importante tener algunas dificultades, equilibrar la diversión. Yo no era un turista, ni estaba de vacaciones. Caminé cada paso del camino con dos excepciones – el simple barco de P&O de Dover a Calais, y el legendario cruce del Río Po en el norte de Italia en manos del famoso ferry Danilo, que ha llevado peregrinos durante más de 25 años. En ocasiones fui perseguido por grandes perros y pequeños mosquitos. Me tropecé con raíces, perdido a menudo en algún bosque. Me hundí hasta las rodillas en barro pegajoso, y una vez hasta la cintura en nieve fresca. Me encontré con serpientes muchas veces en Italia, e incluso una vez con un enjambre de abejas. A veces pasé hambre Y durante los primeros 1,000km, caminé completamente solo.

Pero hubo muchas recompensas. Encarar la realidad de la guerra tan visible en las muchas docenas de cementerios en el norte de Francia fue solemnizador. La simple fe de manifiesto en las pequeñas aldeas de parroquia, ahora poco más que desiertas, fue inspirador. El impresionante esplendor del paisaje al cambiar las estaciones y la hermosura de la enorme vidriera azul de la Catedral de Reims, hecha por Marc Chagall, fueron inolvidables. La amabilidad y generosidad de los desconocidos ofreciendo un vaso de agua, fruta fresca del jardín o una cama para la noche fue aleccionadora. Ser bienvenido en una parroquia para la Misa del domingo, que me dijeron ya sólo ocurre dos veces al año, me hizo pensar. La lista no tiene fin.

Pero eso fue solo parte de ello. Lo importante es caminar. Es implacable, 25 km todos los días, a veces muchos más. No soy asocial, pero disfruto de caminar solo, y la mejor descripción de lo que pasa no me la encontré hasta hace poco.Patrick Leigh Fermor, un gran viajero, para nada religioso, sentía sin embargo una atracción hacia los monasterios. Observa a los monjes y llega a la conclusión de que “en una existencia cuyo silencio sólo es alterado por las comidas silenciosa, la solemnidad del ritual y solitarios paseos por el bosque, las agitadas aguas de la mente se vuelven quietas y tranquilas, y mucho de lo que está oculto y todo lo que lo nubla flota hasta la superficie y puede flotar, y con el paso del tiempo uno alcanza una paz inimaginable para el mundo normal”

Lo que puedo decir es que eso estuvo y permanece en mi experiencia. Es muy acumulativo, así que una semana en el camino es mejor que un día, y 2,200km fueron un maravilloso privilegio.

¿Así que, fue suficiente? ¡No! Volví y caminé de Roma a Brindisi y después cogí un ferry y luego atravesé a pie Albania y Macedonia del Norte y de ahí a Grecia. Ahora estoy esperando continuar hacia Turquía y, eventualmente, hacia Jerusalén y finalmente Belén, el destino final del Adviento.

Sobre Tim Redmond

Tim Redmond, de Liverpool, es un sacerdote de la Sociedad Misionera de San Patricio (St Patrick ‘s Missionary Society) y trabajó durante muchos años en Kenia. Además del peregrinaje, le gusta traducir la Biblia, aprender idiomas y correr maratones.