Llevados al desierto

En estos últimos días hemos tenido la impresión de ser llevados al desierto: confinados en nuestras casas, no se nos deja salir de ellas, a no ser para desempeñar algunos cometidos muy concretos. La tendencia de unos y otros, ante esta situación, es la de sentirnos deprimidos, insatisfechos, considerando que nos privan de nuestro modo ordinario de vivir. La Biblia, maestra que transmite enseñanzas de muy diversas épocas, refiere que el pueblo de Israel, liberado por Dios de la esclavitud en Egipto, sufrió muchas tentaciones en el desierto. En algunas de ellas, como las de adorar a los ídolos que algunos consideraban salvadores, o la tendencia a desconfiar de la ayuda divina, el resultado no ha sido bueno. Sin embargo más adelante, cuando el pueblo muestra una vez más su infidelidad al Dios salvador, este le dice, por medio del profeta Oseas, que “lo llevará al desierto y le hablará al corazón”, de modo que le reconozcan como a su Dios, mientras que Él los considera “su pueblo”. También hoy, cuando por nuestra autosuficiencia nos olvidábamos a menudo de Dios, nos encontramos solos y preocupados en un desierto. El Señor querrá hablarnos al corazón. En nuestras manos está el darle una respuesta fiel y esperanzada, de modo que superemos esta etapa tan preocupante, llenos de gozo, de alegría desbordante.

José Fernández Lago
Canónigo Lectoral