Miradas 2

Primer día de confinamiento. La gravedad de la pandemia no me deja tomarme estos días en casa como unas vacaciones, pero aproveché para levantarme algo más tarde de lo habitual. Y para poner orden en la mesa de trabajo, que amenazaba con despanzurrarse bajo el peso de libros, fotocopias y apuntes, acumulados desde hace tanto tiempo que los estornudos que me provocó el polvo secular que los cubría pintó de preocupación, casi diría de miedo, las caras de mi familia. Mientras escribo esto miro para la mesa en cuestión. ¿de dónde han salido los libros que la cubren de nuevo?

El Gobierno, tan creíble como cualquier otro, nos dijo que esta situación excepcional iba a durar dos semanas. Por mi profesión y por mis muchos años, soy bastante escéptico. Por desgracia mis reticencias se han visto confirmadas. Hoy ya ha dejado caer, como quien pierde algo poco valioso, que el encierro domiciliario puede demorarse un poco más. No es extraño. Al fin y al cabo, hace un mes nos decían que esto era como una vulgar gripe, y que moría más gente de la gripe estacionaria que de este virus, que no queremos ni coronado de oro. Entre nosotros, creo que esto no va a acabar hasta después de Semana Santa. Es importante hacernos a esta idea. Necesitamos prepararnos psicológicamente para afrontar esta dura prueba del modo más creativo, productivo… y digno posible.

Me preocupa cómo saldremos de esto. Vivimos en una sociedad líquida, poco o nada hecha a la introspección, a la vida interior, al silencio y la contemplación. Me pregunto si seremos capaces de soportar el encierro durante tantos días, a pesar de las plataformas televisivas, Internet y las amenazas de multas que multiplican ¡hasta por seiscientos! el Salario Mínimo Interprofesional.

Me pregunto si será eficaz que muchos cumplan estrictamente las prohibiciones si otros muchos hacen caso omiso a las normas más elementales. En los informativos veo miles de personas aglomeradas en el metro de Madrid. Como las imágenes están tomadas a primera hora de la mañana supongo que todas ellas van a cumplir con sus obligaciones diarias. Pero, en los pasillos del metro es imposible guardar la distancia mínima de seguridad sanitaria. No digamos ya dentro de los vagones. Por cierto, ¿estarán desinfectados? Por lo que sabemos, el coronavirus se contagia con mucha facilidad. Pienso que podemos estar doce días cumpliendo estrictamente los protocolos y contagiarnos el décimo tercero durante un fugaz encuentro con un portador. No lo sé a ciencia cierta, pero es inquietante, ¿no?

Antonio Gutiérrez