Miradas 56

Quincuagésimo sexto día de confinamiento. Todo en esta vida llega a su fin y también esta colaboración cierra hoy su periplo después de casi dos meses de maravillosa cercanía con los lectores de esta página web. En el momento de la despedida la palabra que resuena en mi interior con más fuerza es esperanza. Esta pandemia nos ha ofrecido la posibilidad de repensar dónde colocamos el centro de nuestra existencia, dónde se ubica nuestro corazón, qué impulsos nos mueven a actuar. Espero que los largos días de encierro en casa nos hayan habituado a dedicarnos tiempo para cultivar nuestra espiritualidad, para conocernos mejor, para hablar con Dios, para discernir qué quiere de nosotros.

La Palabra nos recuerda hoy que Cristo es quien confiere sentido a nuestras opciones. A partir de mañana iniciamos un nuevo camino en el que podremos movernos con más libertad de movimientos. Espero que, al menos los que nos decimos seguidores de Jesús, tengamos en cuenta que Él es el Camino, la entrada estrecha de la senda que conduce al Reino de Dios. Espero que venzamos la tentación de escoger el atractivo camino fácil, la calzada espaciosa que se transita con los pies de barro de los diosecillos poder y dinero y sus profetas el egoísmo y la indiferencia ante las necesidades ajenas. Una cómoda autopista de ocho carriles pero que sólo nos conducirá a la perdición.

La Palabra nos recuerda hoy que Cristo es la Verdad. Espero que no la olvidemos entre los envenenados cantos de sirena de las fake news, las ideologías repletas de anti humanismo que nos asaltan a diario, los odios enconados hacia el diferente, los desprecios a todo lo que no suene a conocido. Espero que desalojemos del pecho el corazón de piedra y lo sustituyamos por un cálido corazón de carne capaz de acoger en su seno a la Verdad, que nos habla de compasión para con el hermano empobrecido, de tolerancia para con el que discrepa de nuestros postulados, de fraternidad para con todo el género humano.

La Palabra nos recuerda hoy que Cristo es la Vida verdadera, la que asume el riesgo sin miedo al fracaso, la que acepta que el cristiano debe aprender a vivir en la eventualidad, en una desinstalación permanente, la que enseña a vivir a la intemperie, la que rechaza la falsa seguridad de las cuentas corrientes saneadas en exceso, la que sabe y acepta que el seguimiento de Jesús es sinónimo de abandono en la Providencia divina.

Dios escribe con renglones torcidos. No sé por qué hemos padecido una pandemia catastrófica que ha causado la muerte de miles de inocentes en todo el planeta. Desde un punto de vista racional el sufrimiento que ha causado carece de sentido. Sólo nos queda la esperanza cierta de que el Mal, que representa con tanta eficacia, no tendrá la última palabra. Nos queda la esperanza de que, finalmente, las Tinieblas serán vencidas por la Luz de Cristo de un modo definitivo. Espero que la brújula de la fe nos oriente para tomar el Camino verdadero que conduce con certeza a la Vida.

Antonio Gutiérrez