Momento Blanco en Cope: La Palabra

Amparo llegó a la gestoría y preguntó por el piso de alquiler. Le gustaba. Había consultado por teléfono al empleado quien, tras un contacto con el propietario, le recomendó acudir. Las condiciones variaban un poco respecto a la conversación telefónica; el arrendatario quiso pensárselo porque Amparo ya tenía sus añitos y ésta, a pesar de una pensión solvente, hubo de marcharse con “muchas probabilidades pero ninguna certeza”.

Pasó una semana y el gestor dedujo que Amparo seguía interesando como cliente potencial, por lo que volvió a llamarla con una nueva propuesta. No hubo disculpas por el “barullo” del trámite anterior. Amparo le contestó con educación que, al deducir que su primer intento de alquiler no había llegado a puerto, ya había conseguido otra vivienda. El trabajador de la gestoría colgó, quejándose a un colega de la poca seriedad clientelar.

“El poco serio eres tú, perdona que te diga”. Le contestó el colega para su sorpresa. “Le has fallado; te habías comprometido a aclararle con un “sí”, un “no” o un “aguárdeme unos días”, la negociación de su piso. Un telefonazo hubiera bastado antes de acabar la semana. O, al menos, unas disculpas ahora,  antes de otra propuesta. Sus padres tenían una granja en la comarca. Si cerraban un trato, su palabra era ley. También la de Amparo”.

Dios cumple su promesa. Se arriesga por amor hasta el extremo. En cada corazón humano hay una vivienda frágil e informal; un hogar de anhelos y pasión con un reto siempre nuevo: acoger al Niño, la Palabra.

Manuel Á. Blanco