Dijo un anciano:
«Cuando te venga
un pensamiento de orgullo o de vanidad,
examina tu conciencia
para ver si guardas todos los mandamientos de Dios:
si amas a tus enemigos,
si te alegras de los éxitos de tal adversario
si te entristeces de sus fracasos
si te consideras un siervo inútil y peor que el último de
los pecadores.
Si sientes de este modo de ti,
y crees que cumples todo esto,
no te creas algo,
pues un pensamiento de esta clase
destruiría todo lo demás».