Pensamientos ante el belén

Por el misterio de la Navidad, conocemos que el mundo no está abandonado a su suerte, todo responde a una Providencia.

Por el Misterio de la Navidad, descubrimos la dignidad de todo ser humano, al extremo de sabernos imagen divina.

Por el Misterio de la Navidad, se nos revela el amor que Dios nos tiene, según palabras de Jesús.

Por el Misterio de la Navidad, todo adquiere sentido trascendente.

Por el Misterio de la Navidad, cada uno podemos convertirnos en lugar histórico del acontecimiento, Dios quiere nacer en el interior de cada persona y convertirnos en casa suya.

Por el Misterio de la Navidad, al hacerse Dios Niño menesteroso, se evidencia que toda ofrenda oculta, todo gesto secreto, humilde, pobre, amoroso recuperan valor insospechado.

Por el Misterio de la Navidad, el silencio, la soledad, la noche, la intimidad, la sencillez, la sobriedad, la pobreza se convierten en el espacio querido por Dios para hacerse hombre.

Por el Misterio de la Navidad, no hay ofrenda pequeña, ni gesto perdido, ni donación inútil, por discretos, anónimos, humildes que sean.

Por el Misterio de la Navidad, nada de lo que exprese el corazón por amor es anónimo ante Dios. Quien llama por su nombre a cada estrella reconoce la autoría de cada obra buena en cualquier lugar del mundo.

Por el Misterio de la Navidad, el dolor, la enfermedad, la herida, la marginalidad, la migración, la soledad, la búsqueda adquieren matices evangélicos.

La Navidad no se impone. Se anuncia; se acoge; se experimenta; se comparte. El bien es difusivo, y la Nochebuena alcanza hasta el confín de la tierra, y la reciben todos los que tienen buena voluntad.

La Navidad colma de sentido el gesto gratuito, el don compartido, los buenos deseos, la acción solidaria, la fe en el otro, la espera paciente, la confianza en Dios.

Cada uno podemos convertirnos en anunciadores de la Navidad, por un gesto bondadoso, por acrecentar la belleza de la creación; por una vida honesta y honrada, por ser signos de esperanza; por prolongar el amor recibido; por admirar el don de los otros; por sumarnos a la alabanza del cielo y al reconocimiento de la acción de Dios en la tierra; por adorar el Misterio de Dios humanado, por ser donantes generosos y testigos creyentes.

Ángel Moreno Buenafuente