Romería de los Santos de Galicia en Ciadella

Curtis tiene fama de frío “contundente” en los meses de invierno. Pero una brisa cálida acompañaría allí el nacimiento de San Pedro de Mezonzo en el siglo X. Del Monasterio de Santa María pasaría a Sobrado y después a San Paio de Antealtares. Posteriormente, fue nombrado obispo de Compostela. Sabio y fiel a la doctrina de Jesucristo, animó la Iglesia gallega en un tiempo difícil: piratería normanda por un lado y Almanzor por otro. Éste consiguió llevarse las campanas de la Catedral; el sepulcro, no. Gonzalo de Berceo y Alfonso X mencionan que las tropas cristianas rezaban, por aquel entonces, con una oración atribuida a este obispo: la Salve. Este santo gallego también subrayó la compasión de Dios para con sus hijos, a quienes nunca dejaría de cuidar. Así quitaba hierro a ese miedo ancestral que aparecía en la gente ante el cambio de milenio.

Con tales antecedentes, es comprensible que en Galicia exista un sano orgullo en torno a la figura de este monje sencillo y de gran influjo. En este contexto, algunas parroquias de los Arciprestados de Xanrozo, Cerveiro y Sobrado, celebraron una romería tradicional en honor a San Pedro de Mezonzo. Unas 400 personas se dieron cita en la Iglesia de Nuestra Señora de Ciadella el pasado 17 de mayo. Animados por la idea del sínodo diocesano de ampliar el concepto de comunidad más allá de la propia parroquia, los feligreses del entorno celebraron juntos la Eucaristía y compartieron un almuerzo de romería al aire libre. El pregón estuvo a cargo del intelectual, economista y politólogo Miguel Ánxo Bastos Boubeta.

El profesor Bastos ahondó, precisamente, en la idea de comunidad. Sostuvo que sólo somos individuos en el seno de comunidades concretas. Sin eso, nos convertimos en individuos anónimos. De ahí la importancia de las costumbres, los ritos, las tradiciones y el sentimiento de pertenencia. En su discurso, citó a María Victoria Moreno, homenajeada este año con motivo de las Letras Gallegas, y destacó la importancia de redescubrir nuestras raíces culturales. Los asistentes comprobaron que la fe y la cultura caminan juntas con grandes frutos para la persona y la sociedad. Como decía el escritor ruso León Tolstoi, “en esta vida no se vive sin fe. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo”. En definitiva, una oportunidad para alegrarse y disfrutar con la propia fe enraizada en la más profunda entraña del alma gallega.