Solemnidad de la Ascensión

 Texto profético

“Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más” (2Re 2, 11-12).

Texto evangélico

“Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo” (Lc 24, 50-52).

Texto patrístico

“Así como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre” (San León Magno).

Texto místico

“¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

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¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!” (Fray Luís de León)

Consideración

Nuestra humanidad ya está en Dios, en el seno de la Trinidad, abrazada amorosamente. Jesucristo, triunfador del pecado y de la muerte, permanece entrañado en el Padre.

Hoy se nos revela nuestro propio destino: nuestra naturaleza no está creada para la destrucción, sino para la transformación.

En Jesucristo tenemos nuestro ganador, y por Él y en Él podemos anticipar con nuestro modo de vida la ciudadanía permanente a la que aspiramos.

Ángel Moreno Buenafuente