Testimonio en tiempo de coronavirus: Eduardo Amado, sacerdote en Carril

Eduardo Amado es el cura de Carril, Catoira y Bamio. Natural de Betanzos y con parentela en A Coruña, ha descubierto un lugar propicio para el confinamiento: la Iglesia parroquial. El “Inquilino” que habita en ese sagrario durante todo el año, participa de su compañía, haciendo más llevadera la situación de lejanía física respecto a su familia. Vive su primer año de sacerdocio en una situación atípica, la del coronavirus. Le gusta cocinar (consolidó esta experiencia durante sus estudios universitarios) y colabora como voluntario junto a Cáritas Arousa en la atención a los más desfavorecidos, supliendo a los voluntarios de mayor edad y riesgo de contagio.

¿Qué opinas del Coronavirus?

Se trata de un gran desafío. Un duro trago para nuestra sociedad. Pero hemos de sacar de la necesidad, virtud. En los momentos más duros se forjan los santos y, en general, la fuerza de la propia vida interior cristiana.

En un primer momento, recogiendo una iniciativa que salió de un grupo de jóvenes del pueblo (catequistas, sacristán, chicos y chicas y algunos amigos; los habituales en el trabajo pastoral de iglesia). Me propusieron que, con la que se veía venir, había que bajar a San Roque del a Capilla parroquial dedicada a él. Así lo hicimos, cuando la alarma sanitaria aún no se había establecido. Esto llenó de gozo all resto de los feligreses, que se consideraban más amparados y reconfortados, cerca de este santo intercesor. Encajaba con mi devoción betanceira hacia San Roque, villa con un voto a este protector frente a la peste.

¿Te cuesta estar en casa? Por qué?

Me cuesta no poder atender a las personas con la cercanía habitual que caracteriza al sacerdocio. Al tratarse de una situación crítica, aún sería más necesario el acompañamiento personal. Pero no es posible. Estos días paso mucho tiempo en la Iglesia. Es mi modo de secundar la recomendación del Papa, animándonos a mostrar la cercanía de Dios, incluso, de un modo físico. Con la puerta abierta, el sagrario iluminado, la imagen de San Roque alumbrada con velas… Algunas personas, de camino a sus compras imprescindibles, pasan por aquí. En un momento alguien se arrodilla ante el Santísimo. Más tarde aparece alguien a encender una vela… Varias familias que viven frente a la Iglesia, se asoman al Sagrario con frecuencia. Incluso acompañan desde allí la Misa que celebro a diario. He suprimido el repique de campanas para no que no se interprete como invitación a salir de casa. En cambio, se da un toque simbólico durante la consagración. Me consta que, de este modo, muchas personas acompañan la ceremonio desde sus casas.

Algo que te ayude a sobrellevar mejor la rutina diaria actual

El refugio que mejor me resulta es la oración. De entre la “cosas buenas”, que pueda haber traído este tiempo de recogimiento domiciliario, es el tiempo, la calma, la oportunidad para rezar sin apuro. Saboreando los textos del Breviario, la meditación. Me impresionan mucho los testimonios de gente que telefonea pidiendo que rece por ellos, o me comentan que se ponen en manos de Dios. Eso me da fuerza para seguir adelante.

¿Qué lección podemos sacar de todo esto?

Que vivimos en un mundo superficial, en el que hay mucho “ruido”. Con las relaciones familiares bastante desdibujadas, con prisas, a lo loco… Este “forzoso” tiempo de tranquilidad y silencio nos ayuda a ver lo importante, lo que tiene importancia radical en la vida. Cuando todo se desmorona y no queda nada, cuando parece que no hay apoyos, siempre está el respaldo de Dios. Ahora, con la Iglesia vacía, como tantos otros lugares, la Misa es sencilla en su apariencia pero, al igual que la luz del sagrario, Jesús está aquí, vivo, velando por nosotros. Ayuda a su pueblo y sigue a su lado sin olvidar su alianza.

Unas palabritas para Dios

Señor danos fuerza; que se siga cumpliendo la promesa de Cristo: que estará en medio de nosotros hasta el fin del mundo.

Una dedicatoria

Gracias a todas las personas mayores y confinadas: con su oración del Rosario, su piedad y sus pequeños sacrificios, nos sostienen a todos y engrandecen el sacerdocio de sus párrocos.

Un modo de servir a los demás sin salir de casa

Algo he de salir, la verdad. Atiendo emergencias de Cáritas con el retén de Arousa que no abandona a los más necesitados. Y estoy de guardia en el Hospital del Salnés, para atender a los enfermos. Es función de la Iglesia estar muy pendiente de estos lugares de desventura y estrechez. En lo referente al servicio “sin salir”, estos días pienso mucho en las religiosas, monjes y conventos: las personas consagradas que ahí viven, no no salen pero tienen una función en la iglesia de primer orden: la clausura, la vida sacrificada y entregada a Dios que llevan, sostiene la Iglesia. Su oración, su esfuerzo se convierten en una intercesión constante de donde, en unión con el sacrificio de Cristo, se derraman las gracias que la humanidad necesita.

Un sueño para el futuro

Que salgamos de esta crisis renovados, con ganas de empezar una vida nueva fundada en Cristo y en relaciones de caridad los unos con los otros. Que “cuarentena” sea cuaresma y, a su término, suceda también una “pascua” fundada en la resurrección de Cristo.