Testimonios: Siempreviva

A la espera de tela quirúrgica con la que confeccionar mascarillas, las Madres Clarisas de A Coruña (allí también conocidas como “las Bárbaras”) mantienen viva la presencia de Jesús Eucaristía en su capilla. El tiempo trágico del coronavirus ha llegado y sienten la llamada a intensificar la oración para interceder ante el Señor por cuantos le necesitan más que nunca y para ponerse a su disposición, al menos con un pequeño gesto.

La Siempreviva es una planta elegante y sencilla a la vez. Resulta relativamente fácil cuidarla, aunque requiere atenciones específicas, sobre todo en cuanto al tema de la humedad: en exceso, le perjudica. Sus hojas están dispuestas en torno a una roseta y se van superponiendo de manera que las hojas nuevas e posicionan sobre las más antiguas. En condiciones óptimas, engendra hijuelos con facilidad. Esta metáfora podría aplicarse a uno de los tesoros de la Iglesia junto al que velan las Madres Clarisas: la Eucaristía: elegante, sencilla; dispuesta a ser cuidada sin la humedad de corazones llenos de placeres y consumismo; capaz de renovar y multiplicar la fe de los creyentes.

El 25 de febrero de 2016 se instalaba en la capilla del convento de Santa Bárbara, la Adoración Permanente del Santísimo Sacramento. Esto la convertía en la primera de este tipo en Galicia (salvando el dato de la centenaria tradición del culto eucarístico ininterrumpido en la Catedral de Lugo). 360 voluntarios se reparten los turnos de vela, las 24h del día, durante los 365 días del año. Durante la crisis del coronavirus, los voluntarios de mayor edad se han retirado al confinamiento doméstico y un pequeño equipo de voluntarios se ha repartido los turnos para acompañar, al menos de forma individual, pero continuadamente, a Jesús Eucaristía.

Desde su ubicación en el coro del convento, las Clarisas colaboran con los adoradores para relevarles, encomendando a los enfermos, a los difuntos, a los familiares y a todo el personal (sanitario o de servicios) que contribuyen al cuidado de la sociedad. Las Madres echan mucho de menos la celebración de la Misa que se celebraba en su convento, pero tratan de conservar la esperanza, permaneciendo como signo vivo de ella junto al Señor Sacramentado; pertenece a la esencia de su vocación contemplativa. Los adoradores se encargan de coordinar una frecuente y esmerada desinfección de la capilla para que el recinto se mantenga como un lugar seguro, también desde el punto de vista sanitario.