XXIX Domingo del Tiempo Ordinario “A”

Texto profético

Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro.”

Texto sálmico

Los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo.”

Texto Evangélico

“Pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”

Texto patrístico

“Al solo Dios invisible, Padre de la verdad, que nos ha enviado al Salvador y Autor de nuestra incorruptibilidad por el cual nos ha dado también a conocer la verdad y la vida celestial, a él sea la gloria por los siglos de los siglos Amén” (Texto anónimo del siglo II).

Texto místico

Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres Altísimo.

Tú eres Rey omnipotente.

Tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.

Tú eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses.

Tú eres el Bien, todo el Bien, el sumo Bien, Señor Dios vivo y verdadero (San Francisco de Asís, Alabanzas al Dios Altísimo).

“Parece quedaron en mi alma tan imprimidas aquellas tres Personas que vi, siendo un solo Dios, que a durar así imposible sería dejar de estar recogida con tan divina compañía” (Santa Tersa, Vida 18, 2).

Consideración

Creer en un solo Dios, y Éste revelado, libera de todos los deísmos míticos, y presta a los ojos la luz de la fe por la que todo se interpreta desde la enseñanza de las Escrituras, que nos invitan a confiar siempre en la misericordia divina, manifestada en Jesucristo.

San Francisco con su oración “Dios, mi todo”; san Ignacio con el principio y fundamente de sus Ejercicios Espirituales; santa Teresa con su poema “Solo Dios basta”; san Rafael Arnaiz  con su aforismo “Solo Dios, solo Dios”, se convierten en maestros que nos inculcan lo esencial de nuestro credo: “Creo en un solo Dios…”

Ángel Moreno Buenafuente