XXXII Domingo del Tiempo Ordinario “A”

Textos evangélico

A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!»”

Textos sapiencial

Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada.

Texto sálmico

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua.

Texto patrístico

¡Cuán dichosos son los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentra en vela! Feliz aquella vigilia en la cual se espera al mismo Dios y Creador del universo, que todo lo llena y todo lo supera. ¡Ojalá se dignara el Señor despertarme del sueño de mi desidia, a mí, que, aun siendo vil, soy su siervo! (San Columbano)

Texto místico

En la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía,/ ni yo miraba cosa,/ sin otra luz ni guía/ sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba/ más cierta que la luz del mediodía, /adonde me esperaba/

quien yo bien me sabía,/en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,/¡oh noche amable más que el alborada!,/¡oh noche que juntaste/ amado con amada,/amada en el amado transformada!  (San Juan de la Cruz, poesías).

Consideración

No es neutra la circunstancia temporal que señalan los textos. Es la hora pascual por excelencia. Los acontecimientos pascuales, la experiencia de luz que supera la noche, la oscuridad y la tentación se ubican a medianoche, a la madrugada o al alba.

¡Qué distinto es levantarse por causa de una relación amiga, que hacerlo sin saber para qué! ¡Qué distinto es vivir con el horizonte de la esperanza de consumir los días sin ella!

Ángel Moreno Buenafuente