¿Y el duelo de los niños?

Tras la pérdida de un niño muy querido, ciertas personas optaron por no hablar nunca de él; “Así los demás no llorarán y nadie se pondrá triste, hay que superarlo y además el tiempo lo cura todo” decían. Como si no mencionarlo pudiera eliminar lo ocurrido o hacer pensar que el dolor había desaparecido. La muerte sigue siendo un tema tabú, sobre todo si en el entorno hay niños y como no sabemos qué decirles, ni soportamos verlos llorar, sale de nuestra boca el típico “Mejor esperamos unos días para decírselo” y si ya se ha enterado, recurrimos a un “No llores, ya eres un chico mayor, anímate…”. Pero esto es una gran equivocación, pues ante un duelo los niños necesitan expresar su pena, su rabia…; debemos dejarles que se expresen con lágrimas, palabras, gestos….sin juzgar ni cortar la expresión de sus emociones.

Creo que queda claro entonces que los niños también pueden estar en duelo. La manera de elaborar el duelo de los niños está relacionada con la manera de educar a ese niño para la vida, enseñarle a perder, a ganar, a renunciar y a ceder es un aprendizaje previo; para que cuando llegue una pérdida sepa aceptar la situación. Si por el contrario, queremos sobreprotegerlos, les privamos del aprendizaje de experiencias importantes para la vida.

Para contestar a algunas preguntas sobre el duelo en los niños, les recomiendo el libro “El duelo y los niños”* de Consuelo Santamaría, todo un referente en nuestro país por su amplia experiencia en el acompañamiento de niños en duelo. Aquí hago referencia a algunos aspectos de los que trata este hermoso libro.

¿Hay que informar a un niño de la muerte de un familiar?

Siempre hay que hacer partícipe al niño de la pérdida de un ser querido. Si no se lo decimos, el niño percibe que pasa algo y se siente desplazado; tarde o temprano, se enterará y pedirá explicaciones a la familia por su silencio y por no dejarle participar. Si se entera por otros, sentirá el vacío de su familia.

¿Cuándo hay que decírselo?

Si se espera la pérdida, hay que ir preparando al niño y tras el fallecimiento, comunicárselo. Si es una pérdida inesperada, también hay que decírselo. Pero y ¿Cómo se lo decimos?

De manera sencilla, natural y con delicadeza. Debemos prepararlo poco a poco. En ese momento es importante abrazarlo, mostrar cercanía y darle seguridad; debemos decirle que estamos con él, que le queremos, que le entendemos. Le contaremos lo que el niño, por su momento evolutivo, puede entender; pero de manera global, sin entrar en detalles macabros.

¿Quién debe informar?

El padre o la madre y si éstos no pueden, lo hará alguien significativo para él. Siempre respetando sus tiempos, permitiendo que exprese sus emociones y respondiendo a sus preguntas con sinceridad y de manera adecuada a su momento evolutivo.

¿Debe participar en el entierro y funeral?

Depende de la edad. Si es mayor hay que permitirle que participe en todo. Si no quiere ir, no debemos forzarlo, pero sí hablar del tema con él. Si la familia considera que es muy pequeño para asistir, es importante explicar al niño que se va a enterrar al ser querido y decirle que él se va a quedar en casa de un familiar o de un amigo.

Me gustaría finalizar con una frase que escuché a la propia Consuelo Santamaría en uno de sus cursos “A lo largo de la vida pasamos momentos de tristeza, angustia, dolor…; pero si los niños los pueden experimentar, tras el sufrimiento y el llanto, volverán a reír y ser felices. La vida con todos sus colores merece la pena ser vivida”.

Mª del Pilar Iglesias Gutiérrez
Voluntaria del Centro Diocesano de Escucha San Camilo.
Archidiócesis de Santiago de Compostela.

* ”El Duelo y los niños ” de Consuelo Santamaría Repiso. Editorial SALTERRAE.