Yo he vencido al mundo

«Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Muchas veces dejamos solo al Señor, como le dejaron los apóstoles ante el miedo de la Pasión. Pero Jesús nunca está solo, está con Él siempre el Padre. Como nosotros nunca estamos solos: la Presencia Misericordiosa de Dios siempre nos acompaña. Y esto es un gran descanso para nuestro corazón, ¿verdad? Ocurra lo que ocurra en nuestra vida, tengamos valor: nunca estamos solos y Él ya ha vencido a la muerte. Su Amor y poder no tienen fin.

Kairy MárquezRey de poder  https://youtu.be/Qku7Ug47O4s

Elena Fernández Andrés · https://twitter.com/poverellacm

 

Durante esta semana nos detendremos cada día en un don. Seguimos así un itinerario, apoyándonos en el vídeo que se publica diariamente en esta web diocesana: “ESpíriTU en Casa“. Pedimos hoy el don de sabiduría. Cada uno de nosotros se une a Dios mediante la fe, la esperanza y la caridad, cuyas semillas recibimos en el Bautismo. Estas tres virtudes -llamadas teologales- necesitan ser fortalecidas por los dones. Por eso siempre andan en pareja… El don de sabiduría viene a potenciar la virtud del amor o caridad. ¡Esta es la pareja de hoy! Sin el Espíritu Santo que nos instruye personalmente con su sabiduría, no podemos entender el amor de Cristo.

La sabiduría es el don por el que cada cosa se mide en su verdad y consistencia, según el amor de quien nos ha amado hasta morir en la cruz. Nos muestra cómo el sentido último se revela al corazón que ama. Sabio es aquel que se deja amar por Dios y conoce que, en este regazo acogedor del amor eterno, se custodian las respuestas a las preguntas importantes de la vida. Gracias al don de sabiduría, el sabor de las cosas verdaderas, de las personas queridas, de los afectos más profundos, te visita como luz de la mañana; te revela el bien, el camino a recorrer y la fuente de la esperanza. La sabiduría nos enseña cómo amar en lo concreto de la vida; y nos susurra al corazón: ¿Pelear tanto por tan poco? ¿Luchar por cosas efímeras?

El don de sabiduría nos permite ponernos en el lugar del otro; nos ayuda en el camino del perdón. Sí, esta sabiduría que viene del Espíritu Santo nos renueva verdaderamente; no deja que se endurezca nuestro corazón, nos llena de alegría, nos dispone al encuentro, a la creatividad en el amor… Al final, la vida recobra su sabor en gestos de caridad. ¡Ven, Espíritu Creador, enséñanos a amar, enciéndenos en el fuego de tu amor! Espíritu Santo, ¡reparte tus siete dones!

Montse de Javier · Comunidade Caná