Hubo un tiempo en el que la gente temía la superpoblación. La crisis del petróleo, el clima adverso para la producción de alimentos o el deseo de seguridad y bienestar, impulsaban desesperadas medidas antinatalistas. Hoy, el miedo al “baby boom” ha sido superado por un terror al “baby bomb”: la “explosión” no es demográfica, sino bélica. Ucrania; Gaza; Maine… sugieren una violencia en aumento. Un día cambiará la hora… y el corazón.
El ser humano siembra bombas con maestría. Incluso fotografía sus cultivos: las pateras; los vallados y hacinados campos de refugiados; las decapitaciones… Antes se retrataban personas y ahora sólo noticias. Mientras tanto, seguimos cultivando preciosas plantas estériles: naciones dentro de naciones; críticas arbitrales; jugoso bus gratis a partir de los 65; trabajar menos cobrando lo mismo; o dejar que llueva sin pensar en la sequía.
“Milei-di” pudiera ser inglesa pero vive en Argentina. Leonor, que siempre fue mayor, sólo cumple 18. En la “cámara ultraconservadora” del Congreso norteamericano, los yogures también caducan… El mundo vive desconcertado y a la carrera. La Iglesia es tan variada como lo que cabe entre el sacerdote de Xestoso y el recién llegado al área de Betanzos. Pero algo tiene claro: “si no estás…”, mal asunto. Tal vez Íñigo Quintero apunta bien.
Manuel Á. Blanco