Querido diario: los espĆas andan sueltos. Queremos saber todo de los demĆ”s. Al mismo tiempo, cada vez tenemos menos idea de nosotros mismos. Para conocernos bien, necesitamos ver desde Dios; Ćl nos presta sus ojos, su sabidurĆa. Pero el conocer quiĆ©nes somos realmente, ha llegado a carecer de importancia. Incomoda. No dejamos que nos digan las cosas, sobre todo las que nos definen como vulnerables. Temblamos al intuir la tarea que nos toca.
La confesiĆ³n, por ejemplo, se ha convertido en un lugar del que escapar como alma que lleva el diablo; porque se necesita el valor de cuestionarse, arrepentirse, reconducir el rumbo y ejercitarse en una vida nueva. El Papa ha recordado a los jĆ³venes que no prescindan de los mayores; que les escuchen, que no ārayanā; al prestarles atenciĆ³n, rejuvenecen y brota el testigo, el centinela, la experiencia y la sensatez. Novedoso espionaje.
Existe un tipo de investigaciĆ³n encantadora, que justifica las pesquisas: las sorpresas del cariƱo. Un alma agradecida prepara un homenaje, por ejemplo: averigua fechas de cumpleaƱos, gustos personales, lugares preferidos, amigos y parientes relacionadosā¦ Se busca un regalo, se āconspiraā con mĆ”s gente, se piensan unas palabras, se pregunta para conocer mejor y acertarā¦ Pensar en los demĆ”s construye el mejor āamor-espĆaā.
El mundo vigila por carencias y complejos; por control y por dinero. āLa informaciĆ³n es poderā, se dice. Nadie sabe mĆ”s que Dios y, sin embargo Ćl no usa su conocer como amenaza. Sabe liderar sugiriendo, con propuestas, como un buen padre que, sin violencia, ayuda, acompaƱa y entusiasma.
Manuel Ć. Blanco