? Diario de un peregrino: Tamara

La historia de Tamara Falcó parece demasiado conocida. La reciente infidelidad de su pareja Íñigo Onieva empezó a rodar como una bola de nieve que aumenta de tamaño según desciende la montaña. Los ajenos a estos temas también se vieron salpicados. La cuestión rescató un asunto olvidado y muy presente a la vez: la prensa del corazón; los “celebrities”; el marujero; o “el por qué muchas veces importa más la vida de los otros que la propia”.

Cuando las cuestiones que consideramos “personales”, como la fidelidad matrimonial o las convicciones religiosas, quedan expuestas a la luz pública, a los focos y a las audiencias, comienza un olor a podrido, un “tufillo” sórdido y morboso que no tiene fácil solución. Aunque se ensalce el amor verdadero, el perdón y la reconciliación, la verdad o la fe, aparece un “rancio” en el mensaje como el de las nueces que se han abierto hace días.

Dios quiera que a Tamara le “vaya bonito”; aún resuenan por las redes su conversión y su testimonio. Pero eso no la transforma en impecable ni en modelo cristiano, presión excesiva, incluso, para ella misma. Cierto es que otros, ocupando un pedestal similar, no se atreven a declararse católicos, afrontando “quedar mal” ante el ateísmo de moda. Si acaso, la imagen que conocemos de Tamara debiera interrogarnos sobre nuestra propia fidelidad.

Manuel Á. Blanco