El cura de Fátima… y de las anécdotas

“A los que tenéis al lado les dais la paz. Y a los que tenéis delante o detrás los dejáis en paz”. Esto indicaba don Agustín Filgueiras Pita (Centroña-Pontedeume, 1934-A Coruña, 2022) a los escolares que asistían a su Misa dominical en la iglesia de Fátima de A Coruña. Conocía bien a los críos después de más de 30 años como profesor y capellán de los colegios Peñaredonda y Montespiño. De esa experiencia procedían las numerosas anécdotas narradas en libros como Orar con un pan cada día o Orar con unas gotas diarias de humor. En la contraportada de este último esbozaba su biografía: nacido en Pontedeume “fue ordenado sacerdote en Santiago de Compostela en 1959. Ejerció su sacerdocio seis años en dos pueblos. Durante otros treinta y cuatro se dedicó a la enseñanza y atención espiritual de dos colegios”. Los pueblos fueron Mogor (Marín) y Soaserra y Cabalar en la comarca del Eume.

También aparecía en dicha contraportada parte de la oración que Tomás Moro escribió en la Torre de Londres: “Dame Señor una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros. No permitas que me preocupe demasiado por esta cosa embarazosa que soy yo. Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar la felicidad en esta vida y ser provechoso a los demás”. Esa plegaria plasma la forma de vivir de este cura diocesano, perteneciente al Opus Dei y fallecido el pasado 16 de enero. En estos días, con motivo de la novena a la Virgen de Fátima en el barrio coruñés de A Gaiteira y de la procesión, presidida por el arzobispo, se notó la ausencia de don Agustín.

Hace unos años contaba en Popular TV que “no concebía estar en plan serio y tristón en el seminario. Hice unas cuantas trastadas. Y como me tenían por hombre serio no creían que era yo. La más gorda, que pudo resultar mal, fue meterle un cable con corriente a uno en el agua de la palangana. Entonces no había agua corriente en las habitaciones…”.

Sobre su vocación evocaba: “En sexto del bachillerato de antes lo vi claro. Estudiando la asignatura de Religión, que estaba muy bien hecha. ¡Conservo el libro por el cariño que le tengo! Estudiando el sacramento de la Eucaristía, viendo lo que es la Consagración de la Misa, he pensado y visto con toda claridad que no podía hacer nada más impresionante en el mundo que convertir el pan en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre”.

Aludía a que “a la Virgen de Fátima le debo mucho”. Era a la parroquia de Fátima a donde acudía a “echar una mano” cuando estaba en los colegios y después de jubilarse con dedicación plena. Y evocaba: “Me he pasado 35 años con los niños. Dan mucho qué pensar. Nos enseñan mucho más de lo que les enseñamos a ellos. (…) Un día de fiesta en el colegio encontré a un niño de 9 años paseando por el campo de fútbol. Solo. Cabizbajo. Le pregunté qué le pasaba, por qué estaba triste. “No estoy triste, estoy pensando”. Y en qué piensas para estar tan serio. “Pensaba que cuando muere alguien, si está en gracia de Dios, se va al cielo, ¿no?”. Si. “Entonces, ¿por qué llora la gente mayor?”. Son preguntas que te hacen pensar…”

En “su” iglesia de Fátima se celebró el funeral, oficiado por el arzobispo, Julián Barrio. Agustín Filgueiras fue enterrado en Centroña (Pontedeume). En la puerta del templo un concejal recordaba: “Hice con él la primera comunión y la primera confesión”. Alguien cercano relataba como la mañana en la que falleció “el cuidador le fue a ver; don Agustín le miró, le sonrió y se murió”. Quizá lo hizo evocando lo que dice en uno de sus libros: “El sentido del humor es un gran don de Dios. Nunca lo agradeceremos bastante. Conviene pedirlo al Señor y no olvidarse de cultivarlo”.