Hoy Viernes de Dolores, A Coruña se entregó a una de sus tradiciones religiosas más emblemáticas y veneradas: la celebración de la Virgen de los Dolores. La jornada transcurrió entre la profunda espiritualidad de la Misa celebrada en la iglesia de San Nicolás y la solemne procesión que recorrió las calles históricas de la ciudad, evidenciando la fuerte conexión de los coruñeses con una festividad que forma parte de su identidad cultural y espiritual.
A las 19:00 horas, numerosos fieles se congregaron en la iglesia de San Nicolás para participar en la Eucaristía, que fue presidida por el arzobispo de Santiago, mons. Francisco Prieto. Durante su homilía, el prelado invitó a los asistentes a reflexionar sobre «el significado del dolor, la fe que sostiene y la esperanza que ilumina», todo ello visto desde la figura maternal de María en su advocación de los Dolores.
El arzobispo describió el acto de acercarse al corazón de María como un espacio donde se encuentra el amor incondicional y la fortaleza de una madre que guarda innumerables recuerdos y rostros. Recordó las palabras de Simeón sobre la espada que traspasaría el alma de María, subrayando que este dolor nunca la derrotó, sino que la transformó en un símbolo de esperanza y fe.
Mons. Prieto invitó a los fieles a contemplar el dolor humano desde una «mirada evangélica«, destacando que las cicatrices que deja el sufrimiento no deben ser una carga, sino signos de superación y crecimiento espiritual. «Aunque el dolor nos marque, no permitamos que nos aplaste», afirmó, animando a los asistentes a enfrentar las adversidades con esperanza y resiliencia. Además, señaló la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno como uno de los grandes males de la sociedad, instando a practicar la compasión y la cercanía como verdaderas fortalezas del espíritu.
El mensaje alcanzó un tono profundamente emotivo cuando Mons. Prieto evocó la escena del Evangelio de Juan, donde Jesús, al pie de la cruz, encomienda a su madre al cuidado del discípulo Juan. Este acto, según destacó el arzobispo, representa el vínculo eterno entre María y todos los fieles, inspirándolos a vivir la Semana Santa con una actitud renovada, dispuesta a abrazar tanto los desafíos como las alegrías con esperanza y fe.
Mons. Prieto concluyó su reflexión animando a los fieles a extender la mano al prójimo y a vivir con un corazón abierto y acogedor, recordando que en la cruz y en el corazón de María se encuentran las luces que disipan las sombras de la vida: «El dolor, cuando se abraza desde la cruz, se convierte en un dolor redentor, en una fuente de vida y esperanza».
Antes de concluir la misa, el párroco de San Nicolás, D. José Luis Veira Cores, expresó su agradecimiento al arzobispo por compartir su mensaje y por aceptar el nombramiento como congregante de honor de la Cofradía de la Virgen de los Dolores. Este reconocimiento especial, aprobado por la junta directiva, fue celebrado por toda la comunidad parroquial.
Procesión: solemnidad y recogimiento
A las 20:00 horas, la imagen de la Virgen de los Dolores salió en procesión desde el atrio de la iglesia de San Nicolás, iniciando un recorrido solemne que incluyó calles emblemáticas como Bailén, Riego de Agua, Luchana, la avenida de la Marina, el Obelisco y la calle Real, hasta regresar nuevamente al punto de partida.
El paso de la Virgen avanzó lentamente. El silencio respetuoso que marcó el ambiente solo era interrumpido por los ecos de las oraciones y el retumbar de los tambores. Los rostros emocionados de los asistentes y sus miradas llenas de súplica reflejaban el significado espiritual y la conexión íntima que esta tradición tiene en el corazón de los coruñeses.
Venerable y Real Congregación del Divino Espíritu Santo y María Santísima de los Dolores
La fundación de la Congregación se remonta al año 1673, habiendo sido canónicamente erigida en la iglesia parroquial de San Nicolás de La Coruña, donde tiene su Capilla. En 1778 la Congregación, en la que podrían ingresar tanto clérigos como seglares, se incorpora a la Orden de los Padres Servitas, gozando a partir de este momento sus miembros de las gracias y privilegios que los Papas habían concedido a la citada Orden. En 1788 el rey Carlos III, por real cédula, aprueba las Constituciones de la Congregación, que en adelante se denominará Real y Venerable Congregación del Divino Espíritu Santo y María Santísima de los Dolores. Lo que se añade es el título de «Real».