La situación de aislamiento autoimpuesto para evitar la expansión de la pandemia no se elige por entusiasmo. Pero, aun en medio de esta situación, encontramos la pasión: redescubrimos la familia; valoramos y elegimos “confinarnos” en beneficio de la salud de otros; aplaudimos la grandeza de los profesionales que nos cuidan en primera línea…
La pasión existe. Se encuentra. Conviene dar con esa “tecla” que nos motiva, porque nos emociona, porque nos hace sonreír, porque nos llena de vida, pese al esfuerzo o, mejor dicho, con el fruto maduro del esfuerzo y la voluntad, que da como resultado vivir en cada circunstancia la mejor vida posible y dejar fluir la mejor versión de nosotros mismos. Renunciar a la pasión es como desagarrar con las uñas una parte viva del corazón de los hombres.
Es cierto que durante la vida hacemos muchas cosas por compromiso, por imagen social y/o dejamos de hacer muchas otras por miedo. En cambio, poner pasión en lo que hacemos hace que lo material reduzca mucho espacio en la ecuación de la felicidad humana, porque se hace innecesario.
Padre Roberto