Acompañados: Vulnerables

En la vida real mostrar la propia vulnerabilidad parece no estar bien visto, porque nos educan para ser fuertes, triunfadores, exitosos…  en todo y con todos.  Sin embargo, aceptar la vulnerabilidad es el camino para la libertad emocional, no hay duda.  Lo primero responde a vivir ajustándonos a las expectativas que otros tienen sobre nosotros, nuestros padres, nuestros educadores y maestros; lo segundo, nos inicia en la decisión de “creer en nosotros mismos”.  Año a año, curso a curso, expectativa a expectativa, vamos poniéndonos como capas de una cebolla para protegernos de nada, construyendo una coraza que únicamente nos daña a nosotros mismos y no nos defiende de nada, puesto que todo aquello que se hace rígido se rompe con facilidad ante el primer impacto.  Por el contrario, lo que nos hace flexibles facilita aprender que ser vulnerables no es lo mismo que ser débiles, sino principiantes permanentes del sentido de la vida y de la fe, lo que somos y lo que creemos.  Asumir con iniciativa las normas de una alerta sanitaria como la vivida, con sus dificultades, va convirtiendo la vulnerabilidad de todo lo cotidiano en las etapas diseñadas, en las etapas de la vida, en pequeñas acciones de fortaleza, carácter y valentía.

Padre Roberto