Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.
Cada 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra también esta jornada para simbolizar la voluntad de ponerse al servicio del otro, del prójimo, para ayudarlo y acompañarlo en su padecimiento. Con tal motivo el arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, ha dirigido a todos los diocesanos una Carta Pastoral.
Comienza el prelado compostelano señalando que este año se nos pide: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”, lema elegido por el Papa Francisco con el que se llama a toda la Iglesia a vivir la experiencia de la misericordia con el enfermo. Esta, continúa D. Julián “es visible y palpable en la ternura de los que cuidan a los más frágiles y necesitados, en el perdón mutuo y en el sacramento de la reconciliación”.
En su misiva mons. Barrio afirma que “ninguno de nosotros puede decir que no necesita de la misericordia de Dios y de la de los demás. Y los demás esperan siempre nuestra actitud misericordiosa para ser mirados con los ojos del corazón”.
El arzobispo destaca además que Cristo es el rostro de la misericordia del Padre, un Padre que no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. Y añade que los que más de cerca viven este misterio son aquellos hombres y mujeres que experimentan la ternura de Dios. En este sentido, afirma que “la misericordia habla un idioma que es universal. Todos hemos sido testigos de ella y la experimentamos a lo largo de la vida en la ternura y cuidado que nos ofrecen los demás en las diferentes etapas de nuestra vida y, sobre todo en la experiencia de la enfermedad”.
Mons. Barrio recoge de las Sagradas Escrituras algunas experiencias de leprosos, marginados, enfermos… afirmando que “son iconos vivos donde todos podemos contemplar y dejarnos hacer por misericordia”.
El arzobispo hace una referencia especial a todo el personal sanitario en el delicado cuidado de los enfermos en los hospitales: “Compartiendo la debilidad de las personas enfermas se tallan para sí un corazón misericordioso”.
Termina su carta invitando a mirar a María con estas palabras: “María es madre de misericordia, la tuvo en su seno y la sostuvo en sus brazos; pudo nacer de ella, porque se hizo humilde sierva de la Palabra de Dios. A vosotros, queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración con la intercesión de la Virgen María, salud de los enfermos”.