Hasta el Concordato de 1.851 había en la Diócesis de Santiago las siguientes iglesias colegiatas: Cangas, Muros, Sar, Iria Flavia y A Coruña.
La de Iria perdió su condición de catedral cuando en el siglo XI pasó a serlo la iglesia erigida en Compostela.
Permaneció como colegiata la iglesia de Santa María del Campo en razón a que A Coruña era capital de provincia. Por esa misma razón se mantuvo la colegiata de San Isidoro de León.
La de A Coruña fue fundada como tal en el siglo XV en la que era parroquia de Santa María. En el siglo XX se hizo la unión de las parroquias de Santiago y de Santa María, siendo el abad párroco de ambas. Con monseñor Suquía se desligó la abadía de la condición de párroco, pero ambas parroquias siguen unidas.
Tenía la colegiata canónigos y beneficiados para servir el culto. Recientemente, los beneficiados pasaron a canónigos.
En el siglo XX, hubo prestigiosos canónigos en la colegiata. Célebres por su saber y acción pastoral. Memoremos al Muy Ilustre D. Baltasar Pardal, cuyo proceso de beatificación está avanzado.
Con el traslado de la sede de la Diócesis a Compostela, aquí fue creado el cabildo Catedral. Al principio con funciones limitadas puesto que el cuidado de la Catedral estaba encomendado a los monjes de S. Paio de Antealtares.
El arzobispo Gelmírez erigió canónigos–cardenales, a semejanza de los de Roma. Se basaba Gelmírez en que Santiago era iglesia apostólica como la de Roma. Estos canónigos-cardenales permanecieron hasta el Concordato de 1.851. Se restringieron las canongías (como también las parroquias) en orden a facilitar la cuota económica que el Estado aportaría a la Iglesia.
Tras el dicho Concordato, se erigieron los canónigos dignidad, considerados sucesores de los canónigos cardenales. Habrá, desde 1.851, cuatro canónigos de oficio y los demás serán canónigos simples.
Los canónigos compostelanos tenían el privilegio de usar hábitos prelaticios como los monseñores. Pero no usaron este privilegio.
Con motivo del acercamiento entre la Iglesia y el Estado tras 1.851, se otorgó a estos capitulares la condición de capellanes mayores de su majestad la reina Isabel II. El cardenal Payá propiciaba estos nuevos tiempos, olvidando la desamortización y exclaustración. Pero, por lo general, los cabildos eran reacios a ese acercamiento dada la política anticlerical de los gobiernos de Isabel II y la propia conducta moral de la reina.
En el Año Santo de 1.909 la orden militar de Caballeros de Santiago tuvo asamblea general en la sala capitular de la catedral. Se acordó que los canónigos de Santiago fuesen Caballeros de Santiago, por tanto, llevarán la cruz del Apóstol en su hábito coral y en la sotana. Siguiendo el espíritu y letra del Vaticano II el cabildo no usa el hábito de capellán de honor.
Tiene ahora dos versiones del hábito coral para los diversos tiempos litúrgicos. En tiempos de Quiroga Palacios sustituyeron la sobrepelliz por el roquete con puños morados.
En el Código de Derecho Canónico actual sólo se nombra al deán-presidente y al canónigo penitenciario. Los demás cargos son según el criterio del prelado.
Las colegiatas y sus cabildos pueden ser suprimidas según el criterio del obispo diocesano. En el Cabildo compostelano todavía pervive el aura científica con que ennoblecieron esa corporación los grandes sabios del siglo XX, como fueron López Ferreiro, Amor Ruibal y Guerra Campos.
En los últimos cien años este cabildo aportó a la Iglesia española seis obispos de los cuales viven tres hoy día: Monseñores Diéguez Reboredo, Quinteiro Fiuza y Lemos Montanet. Los tres naturales de la Archidiócesis de Santiago.
Entre los capitulares que dieron renombre a la Iglesia compostelana, podemos exaltar a:
– Monseñor Francisco Aguiar Seijas y Ulloa. Natural de Betanzos, canónigo penitenciario de Santiago. Arzobispo de Méjico. Inició las obras del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Se propuso su beatificación (1.632-1.681).
– Monseñor Bartolomé Rajoy Losada. Natural de Pontedeume, a 1.690. Canónigo doctoral, arzobispo de Santiago (1.751-1.772).
Xosé Pumar Gándara