Cope 22 febrero 2019

EL CONGRESO

El cuerpo no pide hoy un cuento, ni una historia. Ayer comenzaba la cumbre de tres días para luchar contra la pederastia en la Iglesia. A petición del Papa Francisco, los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo afrontan una “reunión de pastores”, que abordará el tema de la prevención de abusos sexuales. El Pontífice, acertadamente, no desea un “congreso de estudio”, sino la cristalización de unas medidas concretas, eficaces y reparadoras.

Las víctimas y los expertos hablarán, para encauzar el enfoque más acertado posible y la Liturgia motivará que los participantes pidan al Espíritu Santo fortaleza y sabiduría para hacer las cosas bien; para que los propósitos de la enmienda resulten sólidos y la penitencia traiga una nueva vida, sin pactos con el mal. Los obispos habrán de regresar a sus países de procedencia con las normas claras para su aplicación, los pasos necesarios de prevención y la transparencia.

Yago de la Cierva, experto en la gestión de crisis informativas, enmarca el tema con acierto: ante la gravedad de la cuestión (más del 80% de los casos suceden en las familias), la sociedad en general aún suspende en protección al menor y en atención a las víctimas. Por eso a la Iglesia se le pide ejemplaridad y el ejercicio de su vocación: ayudar a resolver problemas. Con una respuesta legal (procedimientos, protocolos, etc.) y cultural (asumir de forma natural y responsable los mecanismos legales, humanos y espirituales para detectar, informar, prevenir, remediar, etc.).

De la Cierva, apunta alguna mejora a implementar: haber hablado con todas las víctimas antes de participar en un Congreso como el de Roma; solidaridad rápida. Más que un lavado de imagen, se necesita construir algo nuevo. Después de prevenir, formación: a sacerdotes, catequistas, religiosos… logrando un ambiente grato y seguro.