De Jesús no se aprende, se acoge, nos aferramos a él para entregarlo al prójimo

Esta quincena el Papa ha puesto de figura de referencia- a un seminario diocesano español-, a San Manuel González, para que los oyentes percibieran dos aspectos que son válidos para todos los cristianos.

Se trata de poner a Cristo Eucaristía en el centro de la vida, porque es en este sacramento donde “Jesús —nos dice nuestro santo— nos hará de pedagogo, paciente, severo, dulce o firme según necesitemos en nuestro discernimiento, porque nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos espera, anima y sostiene en todo nuestro caminar” La segunda idea que quiere transmitir el Papa, está vinculada a la primera “en el trabajo, en los proyectos, abandonándonos en Jesús, el Señor será la gran providencia, dejemos que sea Él quien plantee y ejecute, pongámonos sólo a sus órdenes con docilidad de espíritu”. Es decir, vivamos adorando y luego dejémonos llevar por Cristo.

También en esta quincena el Papa nos ha presentado dos vicios; la tristeza y la acedía/pereza. Para combatirlos el Papa nos invita a no quedarnos quietos y buscar la alegría y, usarla para sacudirnos las parálisis personales que nos detienen. El Papa lo expresa así:

Frente a la tristeza que nos amarga y nos hace sentir víctimas “Por muy llena que esté la vida de contradicciones, de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo se salvará. Jesús ha resucitado no sólo para sí mismo, sino también para nosotros, a fin de rescatar todas las felicidades que no se han realizado en nuestras vidas. La fe expulsa el miedo, y la resurrección de Cristo quita la tristeza como la piedra del sepulcro. Cada día del cristiano es un ejercicio de resurrección. Georges Bernanos, en su famosa novela Diario de un cura rural, hace decir al párroco de Torcy lo siguiente: “La Iglesia dispone de la alegría, de toda esa alegría que está reservada a este triste mundo. Lo que han hecho contra ella, lo han hecho contra la alegría“.”

Sobre la acedía dice el Papa “El demonio de la acedia quiere destruir precisamente esta alegría sencilla del aquí y ahora, este asombro agradecido ante la realidad; quiere hacerte creer que todo es en vano, que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie” y añade “La fe atormentada por la prueba de la acedia no pierde su valor. Al contrario, es la fe verdadera, la humanísima fe que, a pesar de todo, a pesar de la oscuridad que la ciega, sigue humildemente creyendo. Es esa fe que permanece en el corazón, como las brasas bajo las cenizas. Siempre permanece

Y, volviendo al principio, para permanecer en la esperanza qué mejor que visitar a Cristo consagrado para que como dice el Papa viendo al Rey del universo “ que es inmenso (y)se hace don total de sí mismo y en mis manos antes de comulgar me interpela”  yo me deje llevar por la certeza de mi resurección personal y de la alegría de vivir.

Feliz Cuaresma!!!!

María Puy