Labán era hijo de Nahor, el hermano de Abraham. Jacob, por su parte, era hijo de Rebeca y nieto de Betuel, y, por lo tanto, sobrino de Labán. Queriendo huir de Esaú, se fue entonces a Mesopotamia. Se encontró junto a un pozo a Raquel, una hija de Labán, y se le presentó, por ser familia de ella. Más tarde, Jacob informó también a Labán de su condición, y se le ofreció a trabajar para él, viviendo en su casa. Labán le dijo que no aceptaba su trabajo gratis. Entonces eran frecuentes los enlaces matrimoniales entre familiares. Como Jacob quería trabajar siete años para Labán a condición de que le diera por esposa a Raquel, Labán aceptó; pero le hizo trampa y le entregó de noche a Lía, hermana de Raquel. De este modo, se casó con Lía, y, después de otros siete años, con Raquel. De ellas y de sus siervas saldrán los 12 hijos de Jacob, a quien Dios le cambió el nombre en Israel, después de la visión de Dios que tuvo en Betel. Jacob tuvo también una hija, Dina, a quien violó el hijo de un reveo. Simeón y Leví se vengaron de Siquem matando a muchos de los suyos, para quitar aquella mancha de la familia de su padre. El Señor dirá más adelante que no se puede compensar el mal con otro mal, sino que procede perdonar a todos, como Dios nos perdona.
José Fernández Lago