Artículo de D. Carlos Álvarez, rector del Seminario Mayor de Santiago
El lema escogido para la campaña del Día del Seminario de este año 2020, “Pastores misioneros”, intenta recoger la identidad del sacerdocio ministerial. No podemos perder de vista, que los sacerdotes son “pastores de la Iglesia”; y en cuanto enviados por Cristo, con los Apóstoles (Mt 28, 19ss), son esencialmente misioneros dentro de una Iglesia toda ella misionera.
La Solemnidad de San José* es la ocasión apropiada para ayudar a todo el Pueblo de Dios a tomar conciencia de la importancia del Seminario diocesano, casa y corazón de la diócesis, donde germinan las semillas de las vocaciones al sacerdocio ministerial. Debemos confiar en el Señor que nos envía mar adentro a seguir echando las redes en la tarea de la Pastoral Vocacional.
San Juan Pablo II, en el capítulo dedicado a la Pastoral Vocacional en la Exhortación “Pastores dabo vobis”, comienza citando el primer encuentro de nuestro Señor Jesucristo con los primeros discípulos en el Evangelio de San Juan (Jn 1, 35-42), y dice que “la Iglesia encuentra en este Evangelio de la vocación el modelo, la fuerza y el impulso de su pastoral vocacional, de su misión destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, es especial de las vocaciones al sacerdocio” ( PDV, n. 54). Los pastores son, ante todo, discípulos de Jesús, que le buscan, le siguen y permanecen con Él. Debemos tener siempre muy presente que, nunca deja de ser discípulo aquel que fue llamado a ser pastor. Así lo podemos ver con toda claridad en el relato del Evangelio de San Juan en el capítulo 21 cuando Jesús pide confesar a Pedro tres veces su amor por Él y después le da la misión, “pastorea mis ovejas” (Jn 21, 15-17) y concluye con la llamada propia del discípulo: “dicho esto, añadió: sígueme” (Jn 21, 19).
La consecuencia para la Pastoral Vocacional es para que colaboremos con el Señor en el surgimiento de nuevas vocaciones sacerdotales, lo, primero y principal que hemos de hacer es que haya comunidades cristianas con la ilusión de suscitar ese encuentro con Cristo que entusiasme, enamore y provoque la entrega incondicional a los demás.
Es del Corazón de Dios de donde nace la elección y la llamada a todos a su seguimiento y quiso tener un acto de predilección para que algunos fueran sus amigos y colaboradores más íntimos.
La principal manera de ayudar a un joven a discernir la vocación a la cual Dios le llama es acompañarle, a través de la Dirección espiritual, para que pueda llevar una vida de piedad, que sea suficientemente profunda y constante, a fin de que su corazón esté abierto a la llamada del Señor.
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica sobre la Pastoral Juvenil se pregunta cómo discernir la vocación, y responde diciendo: “Es una tarea que requiere espacios de soledad y silencio, porque se trata de una decisión muy personal que otros no pueden tomar por uno…” (Christus vivit, n. 283).
A pesar del ruido que nos envuelve a todos, los jóvenes son sensibles a esos momentos de silencio y de encuentro personal con nuestro Señor Jesucristo, que hacen posible que se escuche la voz interior de Aquel que nos llama siempre.
Ser pastor no puede en ningún caso identificarse con una labor temporal, como el asalariado que no le importan las ovejas. Siguiendo el modelo de Jesús, la vocación de pastor conlleva una entrega total, una entrega de amor, de servicio, de sacrificio, que compromete toda la vida.
Desde la primera llamada a los Apóstoles queda claro que Jesús elegía a los Apóstoles para “estar con Él y para enviarles a predicar” (Mc 3, 13). Es inseparable. Jesús les llama a su amistad (Jn 15, 15) y aprenden de Él cómo es Su corazón de Pastor (Jn 10). Los sacerdotes en la Iglesia son una prolongación del envío que recibió Jesús del Padre: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20, 21). De esta manera la Iglesia pide a los sacerdotes también salir a buscar la oveja perdida, y todo ello con la alegría de los testigos de Cristo.
La oración vocacional por excelencia que nos enseñó el mismo Jesús, “la mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 38), está inserta en un contexto en el que Jesús “recorría todas las ciudades y aldeas” y, sobre todo, donde la compasión por la multitud de personas que le buscaban le comprometía totalmente la vida.
El sacerdote, en cuanto colaborador del Obispo, es en misionero en sentido estricto. Toda la Iglesia es misionera. De tal manera que la vocación a ser pastor y a ser misionero están estrechamente entrelazadas de forma que no se entiende una sin la otra.
Los sacerdotes hoy son más necesarios que nunca. Es muy importante que toda la Iglesia tome como suya esta prioridad pastoral. Que esta reflexión nos pueda ayudar a recordar la belleza del sacerdocio y para animarnos a ser instrumentos de la llamada de Dios a muchos niños, jóvenes y adultos, para seguir la vocación sacerdotal en el Seminario.
Todo lo anterior no es teoría, sino que se ha hecho realidad en la vida de multitud de santos sacerdotes que, a lo largo de la historia de nuestra Archidiócesis, han vivido en una entrega total el sacerdocio de Cristo.
Que tengamos muy presente en nuestra oración ante el Santísimo Sacramento y en nuestro trabajo pastoral las vocaciones sacerdotales, porque la Iglesia tiene absoluta necesidad de muchos y santos sacerdotes.
Pidamos a San José, custodio de las vocaciones sacerdotales, que suscite en nuestra Archidiócesis pastores misioneros, que anuncien con valentía la alegría del Evangelio, que es Jesucristo.
*Celebración en esa jornada que se trasladó por el Covid 19 al día 8 de diciembre