Las reuniones de Alcohólicos Anónimos son muy provechosas para enganchada a la bebida. Una de sus “oraciones” dice lo siguiente: “Señor, ayúdanos a aceptar las cosas que no podemos cambiar, a cambiar aquellas que podemos cambiar, y a darnos sabiduría para diferenciar entre unas y otras”. ¡Y lo pronuncia gente cuyo compromiso es luchar! Hoy se sufre por la enorme distancia entre expectativas y realidad. Cuesta aceptar.
Esperando que cambie una situación, que aparezca un trabajo mejor o que llame a la puerta la “media naranja” ideal, la insatisfacción se cronifica. La resignación, amarga y victimiza. La aceptación, asume, agradece y busca soluciones sin refinados perfeccionismos. El tren de vida dedicado por completo a los deseos personales, descarrila. Si el ser humano ha de ser consumido por la pasión, que ésta sea la de amar a Dios y a los demás.
“Rabino – suplica un hombre angustiado- en casa nos estorbamos, nos gritamos… ¡es insoportable” ¿Qué puedo hacer?” “Mete una vaca dentro, un par de cabras, el perro y las gallinas”, respondió el maestro. Estupefacto, el hombre obedeció. A los 15 días estaba de vuelta: “¿Qué tortura es esta? ¡Ayúdeme!” “Bien: quite los animales”. El hombre lo hizo y se dio cuenta: ¡Cuánto espacio! ¡Qué paz!… Aceptar. Valorar. Desprenderse. Gratitud.
Manuel Á. Blanco