Diario de un peregrino: Amansar a las fieras

Da gusto encontrar parroquias y feligreses que saben estar en silencio dentro de la Iglesia. Esperando el comienzo de una Misa. Durante la propia celebración Eucarística. Delante del Sagrario, mirando a Jesús allí “reservado”. Ante la imagen de la Santísima Virgen en una capilla lateral… Ese silencio manifiesta respeto, oración pero, sobre todo, formación: como si hubiese calado (nunca mejor dicho…) la idea de “callar para escucharle”.

¿Cómo hemos llegado a ese “absurdo” de hablar, cuchichear y departir durante la bendición de Corpus Christi con el Santísimo? Una homilía puede animar o dormir. Pero si ubicamos a Jesús Eucaristía bajo un palio, con alfombras de arte efímero, con pétalos de flores, primeras comuniones, etc., ¿por qué obviarlo comentando el último fichaje del equipo o el precio del billete a Canarias? La música litúrgica no basta para amansar a las fieras.

Lo sagrado ha perdido importancia en la vida. Muchos cristianos sensibles a la presencia de Jesús en la Eucaristía prefieren “transigencia aguantando” antes que “paciencia educando”. Hace falta mucha pedagogía cuando aparece el silencio incómodo y las ganas de llenarlo con algo. Da miedo. Cuestiona. Abre a un diálogo que interpela y compromete. Por otro lado, crece el hambre de silencio: retiros, adoraciones… Se busca la paz

Manuel Á. Blanco