? Diario de un peregrino: botones

Querido diario: caminando, hoy me fijo en los botones. Se han diseñado para automatizar tareas. La irrupción de la electricidad dio a luz los interruptores: para encender y apagar bombillas, timbrar; poner lavadoras  y microondas, prender radios… Algunos botones adquirieron forma de tecla y había que mantenerlos pulsados para poner en marcha, por ejemplo, una cocina o un calentador. Uno podía sentir el progreso bajo la yema de su dedo, el ahorro del esfuerzo físico. Cualquier “pelouro” podía darle al botón.

Poco a poco, los botones fueron el signo de una sociedad opulenta, sibarita, avanzada, sin complejos: televisiones, máquinas de “marcianitos”, compras, cajeros automáticos, ratones de ordenador, activación de alarmas o campanas a distancia, arranque de automóviles, envío de mensajes, subidas y bajadas de persianas, votaciones… incluso, el tirar de la cadena fue evolucionando hacia un pulsador y un botón…

Sin embargo, en muchas cosas no “damos con la tecla”. Hubo algunos intentos en los timbres de hospital para llamar a la enfermera; o en los botones de emergencia de los mayores que viven solos. Esas teclas funcionan porque conducen directamente a personas. Entonces sí. Pero si tecla y botón degeneran en menor relación interpersonal, mayor rapidez para seguir corriendo, estresados, o en mucho poder y poco pensar, entonces fracasamos.

De hecho, cuando sabemos que hay teclas capaces de activar bombas nucleares, un grito se escapa a través de las junturas del alma: “por favor, de una vez, dejad de tocarnos los botones…”

Manuel Á. Blanco