“Yo soy Epi, tú eres Blas, yo soy tonto y tú eres más”, así comenzaba una broma de infancia y, del mismo modo, la escalada de insultos y violencia entre chavales. La situación entre Rusia y Ucrania no se reduce a una riña adolescente pero sigue la lógica del “y tú más” con el peligro de las disputas que se enquistan y cuyas consecuencias son imprevisibles. La universidad de Princetown ya ha presentado su simulador de guerra nuclear.
“No sé si sabe usted cómo están las cosas allá en Venezuela…” Cada día se percibe el aumento del número de personas de ese querido país a nuestro alrededor. Y el de africanos; y ucranianos… Por este camino, también crecerá la cantidad rusos. ¿Cómo presumir de país dejando que la población, el activo más valioso del lugar, haya de marcharse? Inmigrantes, refugiados e Iglesia cuestionan a una sociedad tan megalómana como pobre.
Un alpinista pendía de una cuerda tras haberse caído por un acantilado. “¡Sálvame, Dios mío!”, rezó. “¿Crees que yo puedo salvarte?”, respondió Dios con premura. Por supuesto, contestó el escalador. “Entonces corta la cuerda que te sostiene”, indicó el Señor. Tras un momento de duda y silencio, el tipo se aferró más a su cuerda. Así lo encontró el equipo de rescate al día siguiente: muerto, colgado sólo a metro y medio del suelo.
Guerra e inmigración van juntas; no se sueltan. La justicia y la paz se besan. Sin duda, es preferible la escalada de estas dos últimas.
Manuel Á. Blanco