Diario de un peregrino: Gato muerto, gato vivo

Querido diario: entiendo que un perro o un gato vayan a tener un DNI. Merecen eso y mucho más: pasear a los dueños cada día o plenificar el mundo afectivo de los humanos, resulta una tarea ardua y extenuante. Como el proceso “identitario” no será gratuito, las arcas públicas y privadas agradecerán un dinerito “extra”; no vaya a ser que se abaraten pronto los test de antígenos; hay que ir explorando nuevas fuentes de financiación.

Por otra parte nos encontramos con gafas de realidad virtual o realidad aumentada: Dicen que el filósofo William James concibió la teoría del “multiverso”, la existencia de universos paralelos y ahora se trabaja en dibujar mundos idílicos, aunque sean digitales y pixelados, porque en nuestro planeta real no somos capaces de solucionar el hambre, las guerras, la contaminación o la locura colectiva. Agotados, soñamos; pero superficiales.

Para quien cuenta en su haber con méritos como la rueda, los acueductos, el descubrimiento de América o el viaje a la Luna, deprime observar que una sombra de desconfianza se extiende como una marea negra sobre el valioso océano de la propia vida, de las relaciones humanas o del destino. Asusta la soledad, la finitud, el pensar o el escuchar de un modo solidario. El ser humano tira la toalla ante la invitación a ser feliz de verdad.

“Hay un mundo donde el gato está muerto y otro en el que sigue vivo”, dicen algunos teóricos. El peregrino matiza: “si mi único destino es el de gato muerto, ¡miau!: para ese viaje no hacen falta alforjas…”

Manuel Á. Blanco