Ha comenzado un nuevo curso. El tradicional “peñazo” para muchos alumnos de tener que regresar a las aulas y al trabajo y el no menor esfuerzo de sus padres para seguirles la pista en el proceso escolar, se convierte quizás, este año, en una esperanzadora normalidad. Ya que vivimos tiempos de miedo, desconcierto e incertidumbre por las amenazas de un crudo invierno, iniciar una rutina de estudio, clases y familia suena a refugio apetecible.
La primera receta que da una parte de la sociedad para combatir angustias y temores suena a vieja: “comamos y bebamos que mañana moriremos”. No dejar ahorros a la siguiente generación; aprovechar las vacaciones y salidas todas que el cuerpo aguante; endeudarse un poquitín, si es necesario, para que no falte de nada pues, tal vez, no quede mucha vida… Prepararse mucho y bien para la adversidad no ha calado en nuestra cultura.
La otra opción, más acorde con la reflexión que hacemos en nuestro programa, se la escuchamos a Juan Pablo II, una voz autorizada en la materia:
el Amor vence siempre, el Amor vence siempre; como Cristo ha vencido. El Amor ha vencido. El amor vence siempre, aunque, en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente. Cristo parecía impotente en la Cruz. ¡Dios siempre puede más!»; (tomado en 1987 Juan Pablo II visitó Chile y en el estadio de Santiago dirigió un discurso a los jóvenes cargado de esperanza y pasión)
Manuel Á. Blanco