Cuando las escenas bélicas espectaculares en Ucrania y Palestina saturan a los devoradores de información, éstos recurren a la sección de sucesos. Curiosa, sugestiva, tentadora, variada, sugerente… También “pelma” y “amarilla”: “El vuelo Londres a Singapur aterriza de emergencia en Bangkok tras fuertes turbulencias: un fallecido”. “Atentado en Afganistán donde mueren 3 turistas españoles”. “Fotógrafo y guía muere en Etiopía…”
¿Todas las muertes son tristes? Al menos, todas importantes. Dicen que las que evitan dolor y sufrimiento se reciben mejor que las inocentes, las jóvenes o las que truncan vidas llenas de valores “contagiables”. No elegimos día para tomar el tren que llega a este mundo; ni para el viaje de vuelta. Algo falla en quien “fuerza” ese regreso. Las personas, incapaces de mejorar esta tierra y esta época, se distraen con frivolidades varias.
El ser humano mejora al analizar sus fallos pero se agota porque no encuentra soluciones perfectas: “llevar el cinturón puesto evita accidentes; viajar a países seguros, descarta atentados; misioneros respetuosos, los que no hablan de Dios; cuidarse es vivir más…” Depende. Vivir es arriesgar y entregarse, morir un poco. Es hora de que la humanidad no coleccione sucesos sino de que reescriba el legado épico de su bella historia de Amor.
Manuel Á. Blanco