Diario de un peregrino: Transitorios

El otoño ha llegado. Pero no nos pongamos sentimentales, con esa insana nostalgia sobre la primavera y el verano idealizados que ya no volverán. Tampoco trágicos, por el inevitable invierno que se avecina… El comienzo de un nuevo curso ya es un hecho. Adaptarnos o enfermar de melancolía. Ha llegado la hora de prepararnos para lo que venga. Para seguir creciendo. Para caminar sin detenernos hacia Santiago.

Hoy rememoramos a Nuestra Señora de la Merced, abogada e intercesora de los que permanecen en prisión. A veces la vida nos parece una cárcel de esclavitud. Para muchos que se consideran afortunados, tiene forma de jaula de oro, ciertamente. Pero las casas que se deshacen y desaparecen bajo el magma del volcán canario nos recuerdan lo fugaz de nuestras posesiones. No tenemos morada permanente en la isla de la vida.

Dios le preguntó al ángel de Canarias que le dejase ver sus manos. Éste, con timidez, le mostró su Palma abrasada por el fuego de la erupción. “Señor”, dijo el espíritu alado, “déjame tener cicatrices para compartir la suerte de los que han perdido el hogar.” Cuentan que el Señor de los cielos se emocionó ante la fidelidad y el cariño del ángel para con su gente. “Échese gel, mijito”, le recomendaba la abuela a su nieto bombero en la Isla. “Por qué abuela”, respondió él”; “lo que me da coraje es la ropa llena de polvo y ceniza!” A lo que contestó ella: “Pues la lava, mijito, la lava”.

Manuel Á. Blanco