El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, presidió este domingo pasado la Eucaristía en la parroquia de San Salvador de Leiro, templo que desde hace unos días cuenta en su interior con un notable retablo barroco, tal y como recoge la edición gallega del diario ABC en un reportaje de Á. Vidal, que por su interés reproducimos a continuación:
LA TERCERA VIDA EN LEIRO DEL RETABLO DEL SIGLO XVIII
La antigua pieza pasó por varias manos y emplazamientos hasta que el párroco de Miño se quedó prendado de su belleza y no paró hasta que lo llevó a su iglesia
Á. Vidal/SANTIAGO
La parroquia de Leiro, en el pequeño concello de Miño (La Coruña) está de celebración. Concretamente, está viviendo un momento que marcará «un antes y un después», asegura su párroco, Celestino Fernández. Los feligreses, cuenta, entrar ahora con una nueva expresión en sus caras a la iglesia del pueblo que, desde hace unos pocos días, reluce como nunca antes lo había hecho.
Esta iglesia modernista con poco más de un siglo de historia, relativamente nueva, alberga ahora en su interior un imponente retablo barroco, de un brillante dorado, que se yergue varios metros por encima de la cabeza del párroco cuando oficia las misas. Se estima que la pieza es de principios del siglo XVIII, pero poca o ninguna idea se tiene, por el momento, de quién podría ser su autor.
Si hubiera que apostar, señala el párroco que el escultor de la obra podría ser Mateo de Prado, aprendiz de Gregorio Fernández. De Prado, gallego como su maestro, fue el artista que hizo la sillería del coro del Monasterio de San Martín Pinario, en Santiago de Compostela, y también trabajó en la Catedral. Con todo, esto no es más que «una pequeña idea» de quien pudo haber sido su autor, y por ello lo «están investigando los técnicos de Patrimonio», explica el párroco.
Pero, si este retablo acaba de llegar a la iglesia de Miño, ¿dónde había estado hasta ahora? De hecho, la inauguración oficial tuvo lugar el domingo ante decenas de personas.
Esta obra, en realidad, había estado en la capilla de un pazo hasta que, en 1945 y por 30.000 pesetas, el gobierno franquista decidió comprarlo y llevarla a la capilla del Instituto Masculino de La Coruña. Ahí permaneció hasta estos días.
Paralelamente, la iglesia de Leiro tiene su propia historia. Cuando fue construida por apenas 27.000 pesetas -«¡que por aquel entonces era dinero!», recuerda con gracia Fernández- en 1909, en su presbiterio había una «especie de baldaquino, pero mucho más tosco», cuenta Fernández. Sin embargo, con la reforma del Concilio de mediados de los 60 llegaron a Leiro más cambios que dejar de oficiar las misas en latín y de cara a los feligreses: en el 65 decidieron retirar ese baldaquino, dejando el presbiterio bastante vacío.
Varias décadas después, cuando Celestino Fernández tomó las riendas de esta parroquia del municipio, vio la iglesia «muy desangelada». Algo tenía que hacer para devolver a la vida a este edificio modernista. Comenzó a «moverse» y finalmente dio con este retablo que cautivó su mirada: a finales de 2017 lo solicitó a la Xunta, ya que era de Educación por el momento, y pronto comenzaron los trámites para llevarlo a Miño.
«Ojos abiertos»
«¡Esto es una maravilla!» exclama el cura, «que hay que venir a ver». El retablo ya había sido colocado antes de su inauguración oficial este domingo, por lo que los feligreses ya habían tenido la oportunidad de admirar la pieza. Relata Fernández que «nunca vi a la gente con los ojos tan abiertos» al entrar por las puertas de la iglesia, y asegura con entusiasmo que las personas, al verlo, preguntan «¿qué maravilla es esta?».
De hecho, antes de las fiestas de la Virgen de los Dolores, la pieza ya estaba colocada. Durante las fechas de la celebración se acerca a la iglesia mucha más gente de la habitual en esta pequeña parroquia. Como, al fin y al cabo, los asiduos a la iglesia de Leiro ya habían escuchado que iban a traer el retablo, la verdadera sorpresa fue para «esta gente que viene de muchos sitios en los Dolores que conocen la iglesia de toda la vida», aunque no la frecuenten.
Eso sí, los que ya sabían del cambio «pensaban que sería una pieza mucho más sencilla», y no este imponente retablo barroco de varios metros de altura, que además contrasta perfectamente con el estilo modernista de la iglesia. Desde Patrimonio «hicieron un profundo estudio» sobre si quedaría bien, ya no solo por si pudiera no caber, sino también a nivel estético. Informa el párroco que los técnicos no querían que quedara «encajonado», y por suerte el presbiterio es ancho: «este sitio es perfecto, no está encajado en las paredes, tiene hueco por los dos lados», cuenta.