El cáliz y la gloria

La 1ª lectura de la Misa de hoy, tomada del libro de Isaías, es una parte del 4º Cántico del Siervo Sufriente. Ese personaje innominado entrega su vida como si fuera un sacrificio expiatorio por los pecados. A juicio del profeta, como consecuencia, irá más allá, Dios bendecirá a su descendencia, y él mismo llevará a la práctica lo que el Señor disponga. Como fruto de sus trabajos, el Siervo verá la luz y justificará a muchos, pues asumió como suyas las culpas de los demás.

La 2ª lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, muestra a Jesús en el santuario celestial, pues él es el Sumo Sacerdote de los bienes futuros, que ejerce en el altar del cielo. Él puede compadecerse de nuestras debilidades, pues ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Por ello podemos acceder con toda confianza al trono de la gracia, seguros de que el Señor nos auxiliará oportunamente.

La lectura evangélica, tomada de la obra de San Marcos, muestra a los hijos de Zebedeo y Salomé pidiéndole a Jesús los primeros puestos en el Reino del Mesías. Jesús les pregunta entonces si están dispuestos a beber el cáliz que él tendría que beber, a soportar el mal trago que él había de asumir. Le contestan que sí, y Jesús replica que ese cáliz lo beberán; pero que esos puestos a los que aspiran, serán designados por el Padre celestial. Los otros diez se quejan de la pretensión de Santiago y Juan. Jesús toma de nuevo la palabra y les dice que el llamado a ser el primero, ha de ser el servidor, lo mismo que el Hijo del Hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar la vida por muchos.

José Fernández Lago