Alberto Vilas | El Progreso
Con la batuta de una diócesis que aglutina a la mitad de los gallegos, monseñor Prieto reivindica el papel eclesiástico en una comunidad con la joya jacobea y donde “las iglesias siguen siendo punto de encuentro”
¿Qué balance hace de este medio año en el Arzobispado?
Ha sido intenso, porque la de Santiago es una archidiócesis muy grande, con 1.070 parroquias y tres ciudades: A Coruña, Santiago y Pontevedra. Aunque estuve dos años de obispo auxiliar, que permite un conocimiento de la diócesis muy importante, ahora sé que la exigencia y la intensidad cotidiana se han multiplicado.
Desde el comienzo destacó por su uso cotidiano del gallego y este noviembre defendió junto al presidente de la Real Academia Galega la necesidad de impulsarlo en el ámbito eclesiástico.
En ello estamos. De hecho, próximamente va a salir una edición actualizada en gallego del libro principal de la Eucaristía. Creo que somos una tierra donde somos bilingües con naturalidad y que debemos hacer lo posible por mantenernos de esa manera, extendiéndolo con normalidad en su uso religioso y celebrativo.
“El motivo religioso sigue estando ahí, lo que no impide que otras realidades se sumen”
¿Cómo andan de fe los gallegos?
El termómetro de la fe es muy difícil de medir. Somos un pueblo religioso. Estamos en Navidad, pero las celebraciones principales de nuestros pueblos y parroquias son religiosas. Y las iglesias siguen siendo punto de encuentro de los vecinos en los pueblos. Sin embargo, los gallegos son los segundos que menos marcan la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta tras Cataluña. Quizás nos puede faltar acercarnos más a la vida de la gente; y no solo a la que habitualmente va a las parroquias, más al conjunto de la sociedad. Eso ayudaría a desterrar muchas veces los tópicos y los prejuicios y a conocer una Iglesia en su acción sociocaritativa, ya que Cáritas es conocida y reconocida. Y Cáritas es Iglesia.
¿Entra en esa asignatura pendiente el acercarse más a los jóvenes?
No podemos llegar a nuestros jóvenes con discursos o con argumentos apologéticos porque eso de entrada deja frío, indiferente y a lo mejor provoca rechazo. Hay que escucharlos, entenderlos en su mundo y hacer el esfuerzo de acercarnos a ellos. De todas formas, vemos como peregrinan muchísimos jóvenes y el Camino de Santiago es un gran atractivo para esa gente joven.
Ya que lo menciona, ¿cómo ve la Iglesia este auge de un Camino que cada vez pulveriza más récords de peregrinos?
Es asombroso. Este año va a ser récord absoluto y el próximo se prevé que también. Yo últimamente estoy haciendo una reflexión: cuidemos el Camino entre todos. Primero, no debemos de olvidar que hay Camino de Santiago porque hay meta. Parece una obviedad, pero hay meta y está aquí en una catedral que acoge los restos y la memoria del apóstol Santiago. Por tanto, es una meta de raíz y horizonte religioso, creyente. Lo cual no impide que otras realidades vayan sumando, enriqueciendo el Camino. Las históricas, las culturales o en una denominación más abierta que podríamos denominar espiritual. Pero cuidémoslo porque no podemos simplemente dejarnos sorprender y desbordar por las cifras. Cuidemos esta realidad extraordinaria que explica Europa. Pero cuidemos su esencia, no sea que de tanto caminarlo olvidemos su sentido.
“Nos falta acercarnos más a la gente que no va habitualmente a misa. Y a los jóvenes. No podemos llegar a ellos con discursos”
Aunque se viene diciendo que cada vez menos peregrinan por la fe, lo cierto es que las cifras de la Oficina de Peregrino revelan que una amplia mayoría lo siguen haciendo por motivos religiosos: el 75%.
Sigue habiendo un motivo religioso espiritual básico que está ahí. Es un camino religioso creyente de peregrinación. Dante dice en la ‘Divina comedia’ que solo es peregrino el que va a Santiago. El que va a Roma es romero y el que va a Jerusalén, palmero. Por eso es importante en estos momentos en que hay un desbordamiento en número de peregrinos tomemos responsabilidades el Ayuntamiento, la Xunta, el Arzobispado y la Oficina del Peregrino para cuidar este Camino y que pese a su auge extraordinario siga manteniendo su esencia fundamental.
Este verano, por desgracia, hubo que lamentar algún comportamiento poco respetuoso con el patrimonio por parte de algunos peregrinos, como el que se subió al Pórtico da Gloria o la que pintó con tiza en el Obradoiro, si bien es cierto que la actitud de algunos vecinos hacia el peregrino en general tampoco fue la más honrosa.
Fueron hechos excepcionales, aunque a veces las excepciones se convierten en noticia. La gran mayoría sabe comportarse y respetar el patrimonio. Por otra parte, Santiago debe agradecer la riqueza que supone ser una ciudad verdaderamente universal y reconocida en el mundo porque es la meta del Camino. Creo que debemos hacer un esfuerzo también de educación unos y otros y advertir a las personas cuyos comportamientos no sean los correctos.
Cuando se proponía el Xacobeo bienal, el anterior arzobispo de Santiago, Julián Barrio, mostró su preferencia por “mantener en la medida de lo posible el calendario litúrgico”.
El Año Santo bienal fue sin duda extraordinario. En 2021 estábamos saliendo de la pandemia y aún había restricciones. De hecho, el Camino no despertó casi hasta el verano de 2021. Por ello, la prórroga de 2022 permitió que literalmente se respirase ya de otra manera el Camino. Fue algo excepcional el Xacobeo bienal pero también lo fue la pandemia, algo que no habíamos vivido nunca.
¿Fue una decepción que no viniese el Papa Francisco?
Bueno, lo esperábamos con ilusión y le reiteramos la invitación en varias ocasiones. Incluso cuando fui a recoger el palio como arzobispo, lo saludé como Pedro, porque todo Papa es un sucesor de San Pedro, y le dije: “Le traigo saludos de su amigo Santiago, que sigue esperando que Pedro venga a visitarlo”. Yo le reiteré la invitación. En otra ocasión que tenga, aprovecharé también. Santiago ha conocido la presencia en dos ocasiones de Juan Pablo II y la última fue del Papa Benito XVI. Ojalá acepte la invitación el Papa Francisco para venir a Santiago, donde su voz resonaría para Galicia, para España y para el mundo entero.
En julio se reunió con la alcaldesa de Santiago, ¿qué tal la relación con ella a pesar de la polémica por no representar a la ciudad en la ofrenda al Apóstol?
La relación personal es maravillosa. Es una relación muy cercana, muy cordial, como tiene que ser entre dos personas que representamos a dos instituciones tan significativas en Santiago, como es el Concello y Arzobispado. En lo personal la relación es impecable y es a partir de ahí donde después fluyen otras cuestiones favorecedoras para los intereses de ambas partes. Yo le reitero a la alcaldesa lo que dije en su momento a título personal: las puertas de la catedral y el Pórtico da Gloria siempre estarán abiertas si quiere asistir a cualquier evento o celebración. Pero al margen de eso, yo respeto todas las opciones.
Polémica: “La Iglesia debe pedir perdón y reparar a las víctimas de abusos”
Toca hablar de pecados: el Defensor del Pueblo identificó 18 centros educativos o domicilios situados en la diócesis de Santiago donde se han registrado casos de abusos sexuales a menores. La inmensa mayoría son colegios o actividades vinculadas a órdenes religiosas. ¿Cómo encara la Archidiócesis esta cuestión?
Bastaría un solo abuso para hablar de la gravedad de este tema. Evidentemente, hablamos de menores y personas vulnerables y todo lo que afecte a ellas requiere por nuestra parte el mayor de los cuidados. Ahora mismo se abordan esos casos desde unos protocolos muy exigentes y desde una guía de buenas prácticas que precisamente también vamos a presentar en la Diócesis de Galicia. Debemos pedir perdón y poner a la víctima en el centro, que es lo más importante. Las víctimas han necesitado y siguen necesitando ser escuchadas, atendidas, acompañadas y reparadas en lo que necesiten. De hecho, en la Conferencia Episcopal aprobamos hace un mes, en noviembre, poner en marcha un plan de reparación integral.
¿En qué consiste?
En una reparación económica y material, si fuera necesario. Pero también una reparación psicológica y espiritual, un acompañamiento. Se han cometido errores y debemos mirar hacia adelante, pero sin olvidar a quienes han sufrido, que siguen necesitando por nuestra parte la mayor atención.
“Las religiones no pueden ser banderas que conviertan en enemigo al de enfrente. Y sabemos que eso está pasando”
La Archidiócesis de Santiago de Compostela destinó el 19% de los gastos a actividades pastorales y asistenciales en 2022. ¿Cómo ha aumentado su labor social?
Procuramos destinar la mayor parte de los recursos. Es fundamental. Estamos viviendo un momento muy difícil para muchas familias y todo el esfuerzo que podamos hacer desde Cáritas será prioritario para nosotros.
Recientemente llamó al diálogo interreligioso para eliminar “tensiones y conflictos”. ¿Lo ve posible en el convulso escenario actual?
Las religiones no pueden ser banderas que me conviertan o conviertan al de enfrente en enemigo. Y sabemos que eso está pasando. Lo estamos viendo en el conflicto palestino-israelí. ¿Quién sufre? Los más inocentes: las familias y los niños que tienen que huir. Ellos son los que pierden las guerras. El Papa me ha llamado recientemente, supongo que con motivo de este 1 de enero, que es la jornada mundial de la paz. Está trabajando diplomáticamente en silencio, porque es muy triste el escenario bélico en el que estamos.
La Iglesia del futuro: “El modelo de dar más parroquias al cura no responde ya a la realidad”
¿La única solución para paliar la escasez de curas es que haya uno para varias parroquias?
No vale el modelo en el que al sacerdote va sumando parroquias, porque es una carga enorme. Ese modelo ya no responde al presente. Debemos de estudiar la realidad de los territorios y agrupar una serie de parroquias bajo una unidad pastoral, con un equipo detrás. Y de esa manera, habrá que concentrar la catequesis, los servicios de la misión social de Caritas, establecer un calendario y una distribución racional de los lugares de la celebración y la misa… En su toma de posesión defendió una Iglesia «humilde y testimonial, pero no “acomplejada”.
¿Cuál es el camino hacia ella?
Hay que comenzar por nuestra presencia en la sociedad. La Iglesia es parte de la historia de nuestra tierra, de nuestra gente. Uno levanta la mirada y ve el perfil de los campanarios. Pero esa presencia no debería buscar protagonismo, sino ser significativa y no acomplejada, como dije. Es decir, no significa que la Iglesia tenga que reducirse a la sacristía, sino que tenga una presencia en medio de la sociedad significativa por su mensaje, por su aportación, por su testimonio, por la ética del mensaje del Evangelio y por tanto que sea una Iglesia donde acogiendo a todos sea lugar de encuentro. Una Iglesia que tienda puentes, que sea capaz de establecer ámbitos de reconciliación que tanto necesitamos en la sociedad en la que vivimos hoy.