Jueves Santo. El discípulo amado

Personajes que aparecen en los relatos de la Pasión del Señor

El discípulo amado

Estos días pasados hemos traído a la memoria algunos personajes concretos, con nombre propio, que aparecen en los relatos de Pasión de Jesús, como Nicodemo, Simón Cirene, hijo de Rufo o María Magdalena. Hoy nos fijamos en el discípulo amado.  Aunque se ha interpretado que este título corresponde al discípulo Juan, no es casual que no tenga nombre propio. Al no llevar un nombre determinado, cada uno de nosotros se puede ver en él, o al menos sentirse llamado a tomar las actitudes de quien en los relatos evangélicos aparece como el discípulo fiel, el más íntimo de todos los apóstoles, el amado del Señor.

En la tarde del Jueves Santo destaca especialmente aquel que se recostó en el pecho del Maestro (Jn 1,3, 25) y escuchó la confidencia sagrada acerca de quién iba a ser el discípulo traidor. Gesto que nos demuestra la necesidad humana de Jesús de abrir el corazón en un momento tan recio y de compartir el alma.

Me atrevo a interpretar la figura del discípulo amado desde la expresión que en los evangelios se aplica a Jesús, Hijo amado de Dios. Si dice san Juan que “nadie ha visto a Dios, el Hijo, que está metido en los pechos del padre nos lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18), el discípulo amado, metido en el pecho de su Maestro, es quien nos da a conocer a Jesús. El discípulo predilecto de Jesús es aquel que trata con Él, cree en Él, lo sigue de cerca, y es el primero que lo reconoce después de resucitar.

Cómo quisiera, Señor, entrar en tu estancia más íntima, compartir contigo tus desvelos, aquello que te angustia, saberme puerto franco en tu noche y escucha de tu desasosiego, tener los ojos abiertos para intuir tu necesidad.

Pero bien sé que no merezco el privilegio de gozar de tanta confianza como para ser depositario de tu dolor. Me conformo, Señor, con que no retires tu mirada de mis ojos, y que me llegue al hondón del alma, para que siempre oriente mis pasos hacia ti, aunque sean de retorno de mis caminos emancipados.

Sé que no haces acepción de personas, y que a cada uno lo tratas como único, y le ofreces compartir tus sentimientos. Solo hace falta que me adentre donde Tú me habitas, para gustar la anchura de tu abrazo, y la llamada a entrar contigo al Huerto de los Olivos.

No te pido intimidad, que ya sé la respuesta que te dieron los tuyos, aquellos a los que tu confesaste tu tristeza. Te pido al menos que tengas misericordia y que yo no dude nunca de tu abrazo amigo. Para que no huya cuando me desees decir, auque sea muy en lo íntimo, que me quieres, y que no interprete que invento el sentimiento.

Que no sea yo obstáculo a tu deseo de sumarme al grupo de quienes esta noche velan tu sueño. Por más que reconozco no tener título de fidelidad que me haga sentirme tan cerca como lo estuvo esta noche aquel a quien amabas, que al menos veas sincero mi proyecto.

Ángel Moreno Buenafuente