La alegría en el Señor

La Palabra

“Todo Israel subía el arca de la alianza del Señor entre clamores y resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y las cítaras” (1Cro 15, 28).

La Iglesia

“Como parte integrante de la liturgia solemne, la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y la santificación y edificación de los fieles” (Juan Pablo II, Quirógrafo 1).

Testimonio

“Cantemos ahora, no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes: canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez. ¿Qué significa «camina»»? Adelanta, pero en el bien. Porque hay algunos, como dice el Apóstol, que adelantan de mal en peor. Tú, si adelantas, caminas; pero adelanta en el bien, en la fe verdadera, en las buenas costumbres; canta y camina” (San Agustín).

Reflexión

El canto acompaña al peregrino, brota del corazón alegre, es expresión comunitaria, invita a expresar el alma, ensancha las fronteras, se convierte en cita universal.

Cabe que sea monódico, para expresar la máxima sintonía y comunión, a la vez que el mayor anonadamiento, por no sobresalir ninguna otra voz diferente. El canto polifónico aúna lo diverso y desvela la posibilidad complementaria. No hay voz que no pueda añadirse a la expresividad del alma hecha canción.

Cantan el monje, el escolano, los miembros del coro, canta la asamblea, el pueblo, el labrador, y cuando lo hacen, el momento se ilumina y acontece la vibración espiritual que alivia la fatiga.

Navidad es tiempo de canciones, tiempo de amor, de comunión, de aunar lo diverso y de plasmar de manera sonora la riqueza de los dones conjuntados de los que brota la armonía.

Ángel Moreno Buenafuente